Redentoristas de América Latina y el Caribe: Mensaje de la primera Fase del XXVI Capítulo General

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«Como discípulos de Cristo, nos sentimos interpelados a discernir los signos de los tiempos a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y para que la tengan en plenitud». (Celam, Aparecida, Documento Conclusivo, 33.)

Mensaje Final en Portugués

Queridos cohermanos, religiosos, hermanas, formandos, laicos asociados y amigos que nos acompañan en la misión de la Redención Copiosa.

Reunidos en la primera fase del XXVI Capítulo General de la Congregación en Aparecida – Brasil, en este tiempo de gran alegría pascual, queremos hacer llegar a todos ustedes este mensaje de los miembros de la asamblea. ¡Porque Jesús ha resucitado, hay esperanza! ¡Ya no estamos bajo el dominio del pecado, del mal! ¡El amor ganó, siempre gana! Aunque, a veces, vivimos en el umbral de la fe, todavía azotados por la pandemia del Covid-19, por el empobrecimiento de nuestro pueblo y por la terrible guerra en Ucrania que se ha llevado la vida y la esperanza de muchas personas. Como las mujeres que fueron al sepulcro muy de mañana para visitar al Señor y encontraron el sepulcro vacío (cf. Lc 24,4), también nosotros nos preguntamos por el sentido de este acontecimiento. La esperanza que trae la resurrección nos hace comprender que el amor de Dios es más fuerte que el mal e incluso que la misma muerte. Es decir, el amor de Dios puede transformarlo todo y también nuestra vida. Por lo tanto, ¡alegrémonos! El Señor nos ha abierto una nueva esperanza, ¡tenemos futuro!

Estos días que hemos pasado juntos ha sido un tiempo profundo de la presencia del Resucitado, el que nos permitió evaluar, reconocer e iluminar todo el camino que hemos recorrido y vivido durante mucho tiempo como Congregación. De esta manera, nos queda el reto de reafirmar nuestro compromiso con la reestructuración y con la reconfiguración de la Congregación en América Latina y El Caribe, porque entendemos que este proceso es “una llamada del Espíritu a una nueva forma de ser Redentoristas, el carisma es una fuerza creativa y siempre encuentra nuevas formas de manifestarse, de acuerdo con la respuesta que damos a Dios y a las necesidades de nuestros destinatarios” (cfr. Informe del Coordinador de la Conferencia).

Por eso, discernir es precisamente distinguir lo que es fundamental de lo que es secundario en un determinado momento, y de esta manera tomar las decisiones y opciones más adecuadas para enfrentar un reto o una situación en particular. Es así como bajo esta premisa la Conferencia de América Latina y El Caribe en la primera fase del XXVI Capítulo General, estudió, analizó y socializó a profundidad las diversas situaciones presentadas como resultado de los trabajos realizados en las (Vice) Provincias, con las comunidades, las que con anterioridad desarrollaron sus reuniones para finalmente aportar sus respectivas conclusiones.  

Efectivamente, este discernimiento nos ha permitido visibilizar los aspectos positivos, los signos de esperanza, los sueños, los recursos, pero también las dificultades, los retrasos y los desafíos, en referencia a las opciones fundamentales que ha de asumir la Congregación hacia el futuro a partir del proceso de reestructuración y de reconfiguración.  

En cada una de las sesiones de trabajo, los 60 participantes, hemos reflexionado sobre el compromiso de evangelizar a los destinatarios, especialmente los más pobres, lamentamos la ausencia del representante de la Misión de Cuba, debido a la situación política que allí se vive.

En verdad, la pasión apostólica de San Alfonso y del redentorista se expresa inmediatamente en la capacidad de comprender las urgencias de la evangelización y las maneras de actuar para que a todos les llegue el don de Jesucristo y de su Evangelio. En la acción evangelizadora transmitimos la pasión apostólica también a los laicos, a las familias que forman parte de nuestra Misión y sobre todo a los más pobres; a éstos en particular tenemos el valor de proponer la vida redentorista, siguiendo a Jesús a ejemplo de Alfonso, no como una posibilidad de realización personal entre otras, sino como un don y una llamada de Dios.

Asimismo, reflexionamos sobre la necesidad de hacernos disponibles para dejar todo lo que nos impide ir allí donde se encuentran las necesidades más sentidas de los pobres: las nuevas fronteras de la misión redentorista. Las necesidades más urgentes de ellos son sus pobrezas materiales, pero también las afectivas, culturales y espirituales; las que, nos llaman a una disponibilidad radical, a una reestructuración desde dentro y a dejar a un lado todo lo demás.

Como participantes de la primera Fase del XXVI Capítulo General hemos tenido como propósito fundamental reavivar en el corazón de cada uno de nosotros la pasión apostólica y el ser Redentorista, desde una Congregación repensada y reimaginada para la Misión, proponiendo además, un perfil caracterizado por la identidad carismática; de este modo, estamos llamados a ser San Alfonso para los pobres de hoy, a tener una intensa y profunda vida espiritual, a vivir en familiaridad y alegría la vida fraterna, a estar con los pobres, a ser audaces en la acción evangelizadora, a ir a los lugares de frontera de nuestra misión, a vivir pobremente, a implicar a los laicos, a los jóvenes y a las familias que hacen parte de nuestra Misión, a proponer a nuestros destinatarios la vida redentorista como opción profética, a amar y hacer conocer a San Alfonso.

Percibimos que es el Espíritu de Cristo quien anima y vivifica, un don del Resucitado para nuestra Congregación. Él ha derramado la abundancia de sus dones sobre todos nosotros como un nuevo Pentecostés. Él abre la mente de todos los congregados y alienta nuestro corazón; lo inflama con una renovada pasión que dará frutos abundantes para la Redención del mundo herido.

Nuestra gratitud a la Provincia de San Pablo, por su acogida, logística y hospitalidad durante los días de la asamblea.

Nos confiamos a María, Nuestra Señora de Aparecida y –Madre del Perpetuo Socorro- quien, con su intercesión maternal, contribuyó a la salvación de los más pobres. Ella es nuestra Madre y Maestra. De Ella aprendemos la docilidad al Espíritu Santo y la profundidad de la vida espiritual, que es la raíz de la fecundidad de nuestra misión. A Ella recomendamos los desafíos de la evangelización, las vocaciones para la vida redentorista consagrada y laical, la opción por los pobres y especialmente este momento histórico de la Congregación, como lo es el proceso de reestructuración y de reconfiguración.