Del 29 de agosto al 1 del Septiembre, en la Casa Lago de la Conferencia del Episcopado Mexicano, ubicada en Cuautitlán Izcalli, México, se llevó a cabo el encuentro de congregados menores de 55 años de edad de los redentoristas de Estados Unidos, México y el Caribe de habla inglesa. Junto con ellos iniciaron el evento, el Superior Provincial de Denver, el P. Stephen Rehrauer, el Superior Provincial de México, el P. José Guadalupe Nazarín Ramos, y el coordinador de la Conferencia de Redentoristas de América del Norte, el P. Jack Kingsbury.
Los congregados presentes pertenecíamos a diferentes lugares como: la viceprovincia de Extra-Patriam y a las provincias de Baltimore, Denver y México. Si bien los idiomas de los asistentes eran variados (vietnamita, inglés y español), esto no fue un impedimento para que se viviera un ambiente de fraternidad y alegría. Con el paso de las horas, la interacción se fue haciendo cada vez más cercana, lo cual propició que entre los concurrentes se iniciaran diálogos que incluían el aprendizaje de los idiomas de los demás. Fue un momento realmente de gozo y de tender lazos fraternos entre los involucrados.
Durante los cuatro días, la dinámica del encuentro permitió que los cohermanos nos conociéramos entre sí, tanto personal como en cuanto (vice)provincias. También, se favoreció que los asistentes compartiéramos los inicios de nuestra historia vocacional redentorista, nuestros sueños y visiones en medio de la reestructuración que estamos viviendo en la Conferencia de Redentoristas de América del Norte.
Los momentos de oración, las eucaristías, las charlas en pequeños grupos y en plenarios, junto con diarios Gaudeamus, provocaron que el clima de fraternidad se fuera favoreciendo, profundizando y consolidando.
Al final del encuentro, los cohermanos pudimos experimentar que el llamado del Redentor ha sido desde realidades particulares, pero que caminamos en un sendero común. Sé es redentorista dentro de una (vice)provincia, pero con las puertas abiertas a nuestra Conferencia y al mundo entero. Gracias sean dadas a Dios por habernos permitido tan hermoso encuentro congregacional.
Por Agustín Cantú Drauaillet, CSsR.
