Primer Mensaje a la Congregación del nuevo Superior General

0
2830

¡La paz del Señor esté con todos ustedes!

Me gustaría dirigir este mi primer y sencillo mensaje:

A todos ustedes, cohermanos capitulares, 

A los cohermanos de cada Conferencia, especialmente a los que viven en situaciones de guerra, persecución y en situaciones de dolor y sufrimiento en sus vidas, nuestros mayores,

A todos nuestros vocacionados y a los que están en formación. ¡Los quiero mucho! Ayer, recordamos nuestro querido beato Gaspar. En su figura, recuerdo a todos nuestros formadores,

A la familia redentorista, 

A las monjas redentoristas

A los oblatos, los laicos y las laicas asociados a nuestra misión,

A los ex seminaristas redentoristas.

Hoy es un día especial para nosotros: el 27 de septiembre de 1696 nació San Alfonso de Ligorio en Marianella, Nápoles. Ayer por la noche, cuando escribía este mensaje, pensaba sobre el significado de esta nueva misión que coincide con el nacimiento de nuestro santo Fundador. ¡Dios tiene su lenguaje!

Les agradezco por la confianza al pedirme este arduo y desafiante servicio a la Congregación. No estaré solo, contaré con mi consejo y también con los superiores mayores de la Congregación. ¡Estoy sereno! Porque creo piadosa y profundamente en el Espíritu Santo, el timonel de la historia, el que estuvo presente en la creación del mundo, sobre Jesús en la sinagoga, en la resurrección, en Pentecostés, en Alfonso en la fundación de la Congregación, en la vida de nuestros santos, beatos, mártires, venerables y en cada uno de nosotros presentes hoy aquí, en este Capítulo. ¡El Espíritu está aquí! ¡Hoy es nuestro Pentecostés! Creo en el trabajo en equipo. Desde el colegio siempre he trabajado en equipo. Era más fácil trabajar individualmente, para sacar mejores notas, pero me gustaba trabajar de este modo, dialogar, aprender juntos, compartir. Creo en el ser humano. Tengo fe antropológica. Para mí las personas están por encima de las estructuras. Las estructuras tienen su importancia, pero pensadas en términos de personas y de la misión. Y el ser humano es siempre nuevo. Cada día se renueva, se sorprende a sí mismo con su potencial y sus debilidades, ¡y eso me fascina! Creo en la mística. Un liderazgo que no experimenta a Dios está vacío y no puede ver a las personas. Sólo piezas para hacer funcionar los engranajes e usurpa de su función de cuidar, animar para beneficio personal. El Desafío. Me gusta. No tengo miedo. Tengo un coraje prudente.  Una profesora me dijo una vez que me gustaban las cosas difíciles. No es un gusto personal, pero es que nunca veo el reto como algo negativo. Para mí es algo que necesita una respuesta, una solución. Y si no hay solución al menos fue considerado. Prefiero equivocarme haciendo algo que permanecer en el estancamiento que, poco a poco, se pudre y muere. 

En mi sencillez, de campesino, de agricultor, con la paciencia necesaria, daré generosamente lo mejor de mí en este servicio, todo lo mío. Trabajaré para que el gobierno general sea un órgano misionero para la animación de la vida apostólica de la Congregación. Hay mucho trabajo por hacer, muchos retos que superar. Les pido un poco de paciencia, especialmente, en este primer año. Como Congregación debemos recordar que somos un cuerpo misionero que trabaja colegiadamente (cf. Const 2). ¡Y es este cuerpo misionero el que no permite que nos fragmentemos! Pediré mucho la colaboración de ustedes.

Durante estos días, estamos tratando los desafíos que tocan a nuestra vida redentorista: la identidad, la misión, la vida consagrada redentorista, la formación para la misión y el liderazgo para la misión. Son desafíos. “El término desafío tiene un carácter teológico. Es una señal de Dios que pide nuestra fidelidad. En esta perspectiva hay que descubrir y acoger la presencia del Espíritu que, a la vez que nos muestra sus dones, nos incita a proseguir creciendo”, afirma Aquilino Bocos.[1]

Estos días hemos hablado mucho de la crisis de liderazgo. Para mí, la crisis de liderazgo comienza cuando quienes deberían cuidar, se apropian de su función de cuidar para beneficio personal. La función del liderazgo es kenótica y no de opresión sobre los demás, es de ser buen samaritano

En estos últimos tiempos, por tantos cambios en nuestro mundo, puede ser que estemos como la comunidad de Pentecostés con las puertas cerradas por miedo a los peligros del mundo de la crisis. Pero el Redentor nos da la mano y nos dice a cada uno de nosotros: “En el mundo tendréis tribulación, pero tened valor, yo he vencido al mundo” (cf. Jn 16,33). Nos pregunta: ¿me amas? Nos invita a apacentar sus ovejas y corderos, a ser uno con él y a seguirlo. Por lo tanto, ¡no tengamos miedo a las crisis! Debemos preocuparnos cuando no hay crisis. Este es nuestro momento. Es el don que nos da el Señor. Este es nuestro tiempo (cf. Const. 3), es kairós y en el anunciaremos la copiosa apud eum redemptio. El Señor nos está llamando: ¡sígueme! 

¡Ánimo, hermanos! No tengan miedo. El Señor Pastor y Maestro del rebaño ha llamado a cada uno de nosotros. ¡Somos misioneros de la esperanza! Cada cohermano está dando lo mejor de sí mismo en las diferentes obras. Hay sangre redentorista latiendo en nuestras venas. No estamos muertos. El Espíritu del Señor nos confirma. ¿Qué nos ha traído aquí? ¡Lo que el Redentor está diciendo en el corazón de cada uno de nosotros hoy, en este momento de la historia! No tengas miedo. ¡No tengas miedo de los pobres! Me gustaría que cada redentorista oliera el olor de las ovejas y exudara el olor de Cristo Redentor.

Me gustaría que cada cohermano saliera de este capítulo alegre y entusiasmado, como salieron los discípulos de Jesús después de Pentecostés, con corazón ardiente e valiente. Que, al llegar a su unidad, comiencen a poner vino nuevo en odres nuevos (cf. Mc 2,22) y reencanten a los demás cohermanos. No tengáis miedo de la fidelidad creativa que nos hace fieles al Espíritu, nos permite reimaginar cosas nuevas, intuir nuevos caminos de evangelización; equivocarnos y aprender de nuestros propios errores y no quedarnos petrificados. El Espíritu que ungió a Jesús, a Alfonso, a nuestros santos, mártires, beatos y venerables, es el mismo que está aquí y nos acompaña. ¡Es el mismo que nos provoca y ayuda en este tiempo de reestructuración y que nos quiere sin miedo! No tengamos miedo a la reestructuración. ¡Será nuestro vino nuevo de las bodas de Caná! (cf. Jo 2,1-11) La reestructuración es para nosotros la fiesta de las bodas de Caná. ¡Es la hora de Jesús en nuestra Congregación, convirtiéndose en vino nuevo! Nuestros santos, beatos, mártires y venerables siempre se han reestructurado, han tenido miedo, pero han creído en el Espíritu y en su consagración al Redentor. Podemos tener la mejor estructura, una formación con el mejor contenido, pero si no experimentamos un éxodo no llegaremos muy lejos. La vida consagrada es exodal en su origen. Teológicamente está enraizado en la kenosis de Cristo.

Les agradezco de corazón el servicio que prestan de animación y cuidado de los cohermanos. En su momento contaré con su solidaridad para las necesidades de personal que tenemos en la Curia General. Los cohermanos que trabajan en Roma sirven no sólo a su provincia sino a toda la Congregación. 

Por último, me gustaría que la relación de ustedes para conmigo fuera aquella de un hermano, un cohermano que camina junto, que escucha, consuela, anima y ama a la Congregación y ustedes y que está llamando a un servicio de animación en vista del bien común de la Congregación ¡Nada más!

Que el Señor bendiga a todos los presentes y a todos los cohermanos por el mundo. Por último, quisiera encomendar a toda la Congregación, a cada cohermano y a todos nuestros laicos y laicas, a cada uno de los que tienen una huella redentorista en su corazón, a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Ella es nuestra Madre General. 

Después de la profesión de fe, os invito a cantar juntos la música “Anima misionera”. Con esta canción, quiero abrazar a los cohermanos y a los laicos de toda la Congregación.

¡Que el Espíritu Santo nos conduzca! ¡No tengan miedo! ¡Amén!

P. Rogério Gomes, C.Ss.R

Il Carmelo, Ciampino, 27 de septiembre de 2022. 

Nascimiento de San Alfonso


[1] BOCOS, Aquilino. Repensar la reestructuración. Estructuras provinciales y comunitarias. Servicio de Espiritualidad Redentorista. Bogotá, Colombia, n. 01, p. 4-5, abril de 2018.