Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor

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Los Redentoristas han estado en servicio misionero continuo en la Iglesia durante 290 años. Con motivo del aniversario de la fundación de la Congregación del Santísimo Redentor, que se celebra el 9 de noviembre, el nuevo Gobierno General se dirigió a toda la familia redentorista con un mensaje, que publicamos a continuación.


Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor

Roma, 09 de noviembre 2022
Prot. N°. 0000 211/2022
Aniversario de la Fundación de la Congregación

Los Cohermanos,
PP. Zdzislaw (Francisco) Stanula, Paul Vinh, Nicolás Ayouba,
Ivel Mendanha, Jairo Díaz, Hno. Larry Lujan y Rogério Gomes,

SALUDAN,
A todos los Cohermanos,
A las Congregaciones e Institutos que hacen parte de la Familia Redentorista,
A las Monjas Redentoristas,
A nuestros hermanos Obispos Redentoristas,
A los Aspirantes, Postulantes, Novicios y Juniores,
A los Laicos y Laicas asociados a nuestra misión y Oblatos y Oblatas Redentoristas,
A la Juventud Misionera Redentorista,
Y a los Grupos de Ex Seminaristas Redentoristas.

1. Este 9 de noviembre, la Congregación celebra su 290º aniversario. En este tiempo ha vivido el curso de la historia, con alegrías y tristezas, se ha reestructurado, otras veces, se ha expandido, gracias a la disponibilidad y valentía de tantos cohermanos, y nunca ha dejado de anunciar el Evangelio ¡Esta fidelidad demuestra que la obra es del Espíritu! Y si es así, seguirá hacia el final como una realidad escatológica consumada en el fin de la historia, en el profundo misterio divino. Nuestros santos, beatos, mártires y nosotros seremos felices, porque la Congregación ha logrado llegar hasta lo que somos hoy, tras las huellas del Redentor, con misioneros que siempre proclaman la esperanza en su sentido más profundo, la redención. Alfonso no reconocería la obra que fundó si esa llegara a su fin por la omisión de sus miembros. Por eso, este día debe ser una gran fiesta que rescate nuestro orgullo de ser redentoristas, sin ser autorreferenciales, narcisistas, y también para recordar con memoria agradecida a quienes nos precedieron y están ahora con el Padre. ¡La Congregación vive!

2. Es verdad que la Congregación está pasando por momentos difíciles debido a la falta de vocaciones, al envejecimiento, a la reducción de nuestra fuerza misionera, a la falta de credibilidad debido a las acciones de algunos congregados que son contrarias al Evangelio. Estas realidades plantean la cuestión de cómo podemos reinventarnos con realismo, lucidez, humildad, autoestima y autoridad moral frente a estas espinas en nuestra carne. Sin embargo, esto no es una razón para desanimarnos, paralizarnos y declarar nuestra muerte anticipada.

¡Es el hoy de nuestra historia que debemos vivir! Incluso en este escenario, debemos seguir siendo siempre “misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor”. Debemos responder a esta realidad utilizando nuestras mejores herramientas.

3. La centralidad de nuestra vida en el Redentor nos da esperanza y nos hace retomar el sentido del testimonio. Hay que seguir echando las redes incluso en mares revueltos y en noches oscuras. Para esto, es fundamental no olvidar que el Redentor está en nuestra barca, aunque esté dormido en la proa (cf. Lc 5,1-11; Mc 4,35-41). ¡Mejorar la calidad de nuestra vida fraterna en comunidad, nuestra afectividad, nuestra vida espiritual valorizando nuestra espiritualidad tan rica y densa, nuestra consagración, nuestra disponibilidad al servicio de las personas, nuestro testimonio de vida, acreditar en nosotros mismos, trabajar con otras congregaciones y con los laicos! Estos son instrumentos fundamentales para nuestra pesca.

4. A pesar de los desafíos que tenemos que afrontar, con valentía y creatividad, la Congregación se mantiene fiel al Espíritu que la impulsa a compartir el carisma fundacional a través de las diferentes obras misioneras que realizamos siendo misioneros de la esperanza tras las huellas del Redentor: Misiones populares, Pastoral vocacional y formación, Medios de comunicación social, Investigación y docencia, Parroquias y santuarios, Retiros y predicación, Justicia y paz, Escuelas y Colegios, Pastoral juvenil, entre muchas otras. Ahí radica la belleza de nuestro carisma, que no se centra en nosotros mismos, sino que se traduce en el anuncio de la copiosa apud eum redemptio y el seguimiento del Redentor, como cuerpo misionero, en cooperación con la Iglesia, con adecuado conocimiento y experiencia del mundo y diálogo misionero con las culturas (cf. Const. 2, 19).

5. La Congregación no puede perder su dinamismo misionero (cf. Const. 13-17), es decir, la osadía misionera y el carácter extraordinario de nuestra misión, ir a donde otros no han ido todavía. El Papa Francisco, en el discurso espontáneo a los Capitulares redentoristas, nos provocó en este sentido: “Ir a misionar, salir a misionar, o sea, la dimensión misionera, que vos en tu discurso mencionaste. […] Dejar las zonas de confort e ir a misionar. Yo me pregunto ¿cuáles son las zonas de confort que tiene una Congregación, que tiene una Provincia, que tiene una Comunidad y que tiene cada uno de nosotros? […] Busquen la raíz del confort de cada uno de ustedes, y eso los va a ayudar a desprenderse y a mirar el horizonte de la misión. Un redentorista sin este horizonte de la misión no se entiende, aunque tenga que estar sentado toda su vida en un escritorio. Y, para eso, la capacidad de salir de la propia zona de confort. Así que les sugiero que, como fruto de este Capítulo, en la oración que hagan en estos días, cada uno se pregunte: “¿En qué estoy atado yo? ¿Cuál es mi confort, aquello que no me deja ser libre, que no me deja volar?”. Traten de responder a esa pregunta”.1 También hay que plantear la cuestión de si nos estamos dirigiendo a las periferias geográficas y existenciales o estamos haciendo el movimiento contrario, fijándonos en el centro.

6. En este sentido la reestructuración y reconfiguración nos ayuda a hacer la experiencia de la kénosis, del distacco. Las palabras del Papa en su discurso escrito a los Capitulares nos iluminan: “[…] la Iglesia y la vida consagrada viven un momento histórico único en el cual tienen la oportunidad de renovarse para responder con fidelidad creativa a la misión de Cristo. Esta renovación pasa por un proceso de conversión del corazón y de la mente, de intensa metanoia, y también por un cambio de estructuras. A veces hay que romper las viejas ánforas (cf. Jn 4,28), heredadas de nuestras tradiciones, que han aportado mucha agua, pero que ya han cumplido su función. Y así, romper nuestras ánforas, llenas de afectos, de usanzas culturales, de historias, no es una tarea fácil, es dolorosa pero necesaria, si queremos beber el agua nueva que brota de la fuente del Espíritu Santo, fuente de toda renovación. Quien permanece apegado a sus propias seguridades corre el riesgo de caer en la esclerocardia, que impide la acción del Espíritu en el corazón humano. Por el contrario, no debemos poner obstáculos a la acción renovadora del Espíritu, en primer lugar, en nuestro corazón y en nuestro estilo de vida. Sólo así nos convertiremos en misioneros de la esperanza”.

7. ¡Misioneros de la esperanza tras las huellas del Redentor! No lo hacemos solos, aislados, sino como un cuerpo misionero que involucra a la familia redentorista, a las congregaciones que tienen vínculos con nosotros a través del carisma y a los laicos asociados a nuestra misión “llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo” (Christifideles laici, n. 2). Este es el futuro de la Congregación que debemos vislumbrar en el horizonte con gran alegría, entusiasmo, dinamismo misionero y en diálogo y colaboración con otros.

8. ¡Queridos Cohermanos, felicidades a cada uno de ustedes por los 290 años de la Congregación! Cada uno, en su labor misionera, hace parte de la construcción de esta nuestra historia. A los que nos han precedido, nuestra gratitud. A los que llegan, a nuestros jóvenes, a quienes nos buscan y a los que están en la formación, no tengan miedo de gastar sus vidas por la redención (dies impendere pro redemptis). ¡Adelante! El Señor camina con nosotros y el Espíritu nos señala el camino en este momento de la historia que Dios nos ha regalado. ¡No tengamos miedo!

A nombre del Consejo General

Fraternalmente en el Redentor,
P. Rogério Gomes, C.Ss.R
Superior General