(del Blog de la Academia Alfonsiana, comentarios a FT nn. 256-262)
El Papa Francisco vuelve a un tema suyo: “La guerra es la negación de todos los derechos y un ataque dramático al medio ambiente. […] Debemos trabajar incansablemente para evitar la guerra…” (FT, n. 256). No es una idea original en la enseñanza papal. El Papa Francisco, sin embargo, lo concreta con una valoración particular de las circunstancias actuales. Tenga en cuenta en el párrafo 258 que “en las últimas décadas, todas las guerras aparentemente han sido ‘justificadas'”. Concluye que “es muy difícil hoy en día invocar los criterios racionales elaborados en siglos anteriores para hablar de una ‘guerra justa'”. ¿Implica esto un desarrollo de la teoría de la guerra justa o es un llamado a reemplazarla por un principio moral?
Las cuatro condiciones de la teoría de la guerra justa se repiten en el Catecismo de la Iglesia Católica (No. 2307). Dejar la valoración de la legitimidad moral de la guerra al juicio de los responsables del bien común. Si ha habido una justificación para cada guerra reciente en alguna parte, el desarrollo de la teoría de la guerra justa se vuelve problemático. La salvaguardia de la paz es el marco en el que el Catecismo sitúa el principio de la guerra justa: “La paz es la tranquilidad del orden, ya que la paz es obra de la justicia y efecto de la caridad” (n. 2304). La historia papal reciente de la teoría de la guerra justa muestra algunos desarrollos en su aplicación. Juan XXIII lo repite, pero señala que no es un camino adecuado para devolver los derechos a las personas. Pablo VI vinculó la paz con la justicia estructural: el uso violento de las armas no es compatible con ella. Juan Pablo II va más allá al negar que se pueda buscar la justicia recurriendo a la guerra. Benedicto XVI tiene un análisis típicamente incisivo de cómo el amor a los enemigos está en el centro de la revolución cristiana: es imposible interpretar a Jesús como violento.
Notable en esto es la forma en que se mantiene la doctrina de la guerra justa pero luego se ubica en los contextos políticos de las décadas siguientes. El enfoque del Papa Francisco es una invitación a reconsiderar la lógica misma de la doctrina de la guerra justa. La paz parece ser una especie de cabo suelto de la doctrina, aunque los criterios están relacionados con el objetivo general de establecer la paz. La historia muestra el carácter ilusorio de esta aspiración: el final de una guerra, por muy pacíficas que sean las intenciones de quienes han acordado los términos de la paz, planta las semillas de otra guerra. El Tratado de Versalles (1919) puso fin a la Gran Guerra, pero condujo a las “pequeñas” guerras de nuestro tiempo. Aristóteles argumenta que establecer la paz es el único propósito legítimo de la guerra, un punto repetido por Agustín, el logro de la paz debe ser el objetivo central objetivo de la guerra. Aplicar la doctrina de la guerra justa es una advertencia para los amantes de la paz.
Algunos teólogos están analizando la posibilidad de una teoría de la paz justa en lugar de la guerra justa. Stahm escribió en Ius post bellum and just peace (2020) describiendo diferentes enfoques: la propia teoría de la guerra justa, las prácticas de consolidación de la paz, la justicia transicional. La paz justa como sustituto de la doctrina de la guerra justa debe ser considerada más a fondo. Hay vigorosos opositores a esta idea. Latham ha escrito provocativamente Teoría de la paz justa: un plan de estudios de errores (2020). A la luz de las reservas, especialmente socavando el realismo agustiniano por el utopismo pelagiano, es más prudente hablar de un apaciguamiento justo. La paz es siempre un proceso. Bienaventurados los pacificadores. Entre otros beneficios, esto resuena con Optatam Totius, no. 16 para basar más claramente la teología moral en las Escrituras. Correspondiente a este mandato es una doctrina de apaciguamiento justo.
Rafael Gallagher, CSsR
Ex profesor de la Academia Alfonsiana