(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Para superar la lógica patriarcal, recuperar la memoria de la mujer desde los orígenes del cristianismo
Partiendo de un curso que impartí sobre: «Lectura de textos espirituales de la Iglesia antigua», permítanme compartir una de las claves asumidas, porque me parece que es un elemento al que, en el trabajo teológico, es necesario prestar mayor y mejor atención. Nuestra historia, y en ella muchas de sus decisiones, sigue regida por la lógica patriarcal, tanto por parte de los hombres como de algunas mujeres. Todos necesitamos liberarnos de esta lógica, que solo conduce a sistemas de dominación, violencia y supremacía jerárquica, que solo nos deshumanizan.
En la selección de los textos del Curso consideramos oportuno hacer presente la voz femenina, asumiendo las diversas dificultades que ello conlleva[i]. No es fácil, porque si bien existen fuentes, el acceso a ellas no es sencillo y, en cierto modo, es una preocupación reciente de la reflexión eclesial, y aún es insuficiente. Los escasos y significativos testimonios permiten concluir que la presencia femenina fue importante y si bien las fuentes no son tantas como para los hombres, esto se debe principalmente a condicionamientos socioculturales y no única o exclusivamente a razones teológicas. El mero hecho de poder citarlos, de darles cabida, es ya un signo de los tiempos, no sólo para una mejor lectura de la tradición cristiana, sino sobre todo para una mejor experiencia cristiana integral en nuestros días.
Hay que suponer que la mayoría de las teólogas feministas han hecho bien, no sólo en denunciar sino en investigar, en superar una larga historia marcada por un patriarcado jerárquico kyriocéntrico, que se ha apoderado de lo sagrado, de la espiritualidad y del liderazgo en la Iglesia, con el pretexto de una “corporalidad más crística”, y negaba a las mujeres el reconocimiento de tener un lugar propio en la configuración estructural de la Iglesia. Reconociendo también que en su incipiente presentación, la mujer ocupa un lugar destacado como seguidoras del ministerio de Jesús, en los Evangelios y en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el testimonio mismo de las comunidades paulinas y en el camino de la Iglesia en sus orígenes. Por eso, no hablamos sólo de los padres de la Iglesia, sino también de las madres de la Iglesia[ii].
Muchas de estas mujeres llegaron a ser conocidas como Madres del Desierto[iii], fundadoras de órdenes monásticas en los desiertos de Egipto, Siria, Persia y Asia Menor (por ejemplo: Sarra, Teodora y Syncletica). Conocidas como Ammas (madres), eran la contrapartida femenina de los más conocidos Abbas (padres).
Un ejemplo bastante sintomático, entre otros, podría ser el caso de San Jerónimo (Stridone in Istria, c. 347-Belén, 420) y de Santa Paola Romana (Roma, 347-Belén, 404). Es generalmente conocido que San Jerónimo tradujo la Biblia del hebreo y del griego al latín, creando la llamada traducción de la Vulgata; sin embargo, pocos saben que la idea de esa traducción provino de una mujer llamada Paula, quien no solo inspiró la obra, sino que también la revisó y editó para su publicación[iv]. Otro ejemplo podría ser la amistad reconocida entre la diaconisa Olimpia (361-408) y Crisóstomo (340/350-407)[v]; las cartas de este padre dirigidas a aquella mujer revelan no sólo la gran humanidad de ambos, sino también cómo era cierta época de la Iglesia, con sus luces y sus sombras, y lo que estas dos personas eran capaces de generar apoyándose mutuamente entre sí. Han generado una historia que, aunque silenciada de diferentes maneras, puede seguir hablando y enseñando cuántos obstáculos (que muchas veces son meros prejuicios) no solo se pueden superar sino derribar.
p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR
[i] Cf. Kari Elisabeth, Børresen (1932-2016) – Emanuela, Prinzivalli (1956) (edd.), Le donne nello sguardo degli antichi autori cristiani. L’uso dei testi biblici nella costruzione dei modelli femminili e la riflessione teologica dal I al VII secolo, Pozzo di Giacobbe, Trapani 2012.
[ii] Cf. Kari Elisabeth, Børresen, Le Madri della Chiesa. Il Medioevo. Risposta matristica alla tradizionale cultura patriarcale, D’Auria M., Napoli 1993; Cristina, Simonelli (1956), Padri e madri delle Chiese. Alle radici della fede, EDB, Bologna 2006.
[iii] Cf. Lucio, Coco (1961) (a cura di), Metéricon. I detti delle madri del deserto, Mondatori, Milano 2002; Come afferma Coco nel primo libro citato: «Il Metéricon è costituito come un’opera unicamente al femminile. Fino all’epoca della sua composizione (XIII) le monache non avevano altri testi edificanti se non le Scritture e le Vite dei Padri. […] Esso perciò rappresenta una novità, di cui l’autore, il monaco Isaia, vissuto tra il XII e il XIII secolo, si mostra assolutamente consapevole e fiero tanto da poter affermare che: “Finora nessuno ha osato compilare un libro così al femminile”. […] Le intenzioni di Isaia sono chiare, quando in un passaggio del libro può dire: “Ecco, buona sorella mia, il mio lavoro scritto per te, il libro sulle vite e le lotte delle beate monache perché tu possa scegliere come punto di riferimento la vita di una di loro, per esempio quella della santa Melania o della santa Teodora, della quale tu porti il nome, e seguirla fino al tuo ultimo giorno”», 12; 14-15; Laura, Swan, Le madri del deserto. Detti, vite e storie di donne del cristianesimo delle origini, Gribaudi, Torino 2005; Lisa, Cremaschi (1952), Donne di comunione. Vite di monache d’Oriente e d’Occidente, Qiqajon, Magnano 2013; Id., Detti e fatti delle donne del deserto, Qiqajon, Magnano 2018.
[iv] Cf. Giuseppe, Del Ton (1900-1997), S. Paola Romana, Vita e Pensiero, Milano 1950.
[v] Cf. Maria Bianca, Graziosi (1939), Olimpia e Crisostomo. Storia di un’amicizia spirituale, Monasterium, Noventa Padovana (PD) 2019; Cettina, Militello (1968), Donna e Chiesa. La testimonianza di Giovanni Crisostomo, EdiOftes, Palermo 1986.