Abrirse al mensaje del pesebre de Jesús

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(credit: Ch. Volken via pixabay.com)

del Blog de la Academia Alfonsiana

Al preparar el belén esta Navidad, podremos expresar algunas verdades fundamentales de nuestra fe de una manera evocadora. Francisco de Asís inició esta tradición en Greccio hace ochocientos años, representando bellamente la cercanía del Dios encarnado que se ha vuelto uno con la humanidad y camina junto a nosotros. De hecho, “con la sencillez de aquel signo san Francisco realizó una gran obra de evangelización”.

«Gracias a san Francisco, el pueblo cristiano pudo percibir que en Navidad Dios se convirtió verdaderamente en “Emanuel”, el Dios-con-nosotros del que ninguna barrera ni distancia puede separarnos. Así, en ese Niño, Dios se hizo cercano a cada uno de nosotros, tan cercano que podemos hablarle íntimamente y formar con Él una relación de confianza y de profundo afecto, como lo hacemos con cada recién nacido”.

En ese humilde pesebre, acurrucado entre el buey y el asno, Francisco de Asís invita a todos a “sentir” y “tocar con las manos” la cercanía, la pobreza y la ternura del Niño Jesús que puso “su hogar entre nosotros” (Jn 1,14). “Dios aparece como un niño, para ser recogido. Detrás de la debilidad y la fragilidad se esconde su poder.” En efecto, “en el niño Jesús, Dios se hizo dependiente, necesitado del amor humano”.

El Papa Francisco reconoce el poder evocador del belén(nacimiento), que «nos ayuda a imaginar la escena. Toca nuestros corazones y nos introduce en la historia de la salvación”. A menudo incorpora personajes y elementos de los diferentes contextos culturales en los que se exhibe, lo que permite a los observadores sentirse “contemporáneos del evento” y experimentarlo como vívido y real.

El belén puede servir, por ejemplo, para expresar que formamos parte de una gran familia cósmica y que debemos derribar barreras y prejuicios. Utilizamos “los más diversos materiales”, demostrando así que nadie debe quedar excluido. A menudo “incluimos ruinas de casas o edificios antiguos” que sirven como “signos visibles de la humanidad caída” y al mismo tiempo nos animan a reconocer a Jesús como el Salvador que vino “a sanar y reconstruir, a restaurar el mundo y nuestra vida.”

La presencia de pastores, mendigos y otras personas humildes nos recuerda que “son los humildes y los pobres quienes saludan el acontecimiento de la Encarnación”, mientras “vemos al fondo el palacio de Herodes, cerrado y sordo a las miradas que anuncian la alegría”.

Al ver estos humildes personajes de diferentes profesiones, también nosotros estamos invitados a abrazar la mística de la vida ordinaria, que se centra en las relaciones cotidianas, crece “a través de pequeños gestos” y anima a “realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria”. Muchas personas “desconocidas u olvidadas” han encarnado este estilo de santidad.

Al celebrar el belén en Greccio, Francisco transmite algunas de sus profundas convicciones e invita a todos a vivir de primera mano el misterio del nacimiento de Cristo, más allá de cualquier celebración formal del mismo. Acogiendo su invitación, este año celebramos el misterio de la Navidad con alegría y creatividad, para poder ver el cielo estrellado en la oscuridad de la noche.

Martín Carbajo-Núñez, OFM

(el texto original en inglés se puede leer en el sitio de la Academia Alfonsiana)