El Señor que nos instruye para reavivar el don de Dios que habita en nosotros

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1987

Carta del Padre General con motivo de la
Solemnidad de Pentecostés 

Como cristianos y consagrados, ¿creemos que el Espíritu del Señor está sobre nosotros, nos anima en la misión del Redentor que reaviva el don de Dios en nosotros y en el mundo? Con esta pregunta, el P. Rogério Gomes invita a toda la familia redentorista a reflexionar sobre la realidad de Pentecostés en nuestras vidas.  

El Espíritu Santo que nos acompaña desde el origen 

Las asistencias del Espíritu Santo son evidentes en la historia de nuestra Congregación. De aquí brota aún hoy nuestra esperanza de que, gracias a su acción, Con su aliento y armonía, la Congregación va tomando su forma con el proceso de reestructuración para no desviarse de su carisma y permanecer fiel a su misión, escribe el Padre General en su carta para la solemnidad de Pentecostés.  

El Espíritu Santo que nos capacita para la misión 

Esto requiere que todos los miembros professos, associados y colaboradores, se esfuercen continuamente por ser “libres y fieles a Cristo”, con un profundo sentido de pertenencia y disponibilidad para la misión. La Congregación, en la persona de cada cohermano y de todos los asociados a nuestra misión, con su multiculturalidad y creatividad, es un Pentecostés que anuncia la sonrisa redentora de Dios a la humanidad, especialmente a los más pobres y abandonados

El Espíritu Santo que nos renueva y nos hace crecer en nuestra vocación

Pentecostés es para nosotros una llamada a que cada uno abandone los muros que nos protegen de los miedos y no nos permiten percibir otros horizontes, que nos exigen utilizar nuevos lenguajes para comunicar la experiencia del misterio pascual de Cristo, que transformó la vida de las primeras comunidades y ha llegado hasta nosotros por el testimonio de la fe. Es una nueva forma de entender la misión de Jesús

El Padre General recuerda el papel de la formación permanente en el proceso de conversión personal y crecer en la comprensión de la consagración religiosa. La Constitución General 90 habla de esa formación permanente en la perspectiva de la misión: “Los redentoristas serán misioneros más eficaces en la medida en que vayan adaptando convenientemente cada día más su propia actividad apostólica y unan a ella más estrechamente una continua renovación de sí mismos: espiritual, científica y pastoral (…)”. 

Para concluir, el Padre General dirige sus saludos y su ánimo a toda la familia redentorista:

Por medio de su Espíritu Santo, el Señor nos instruye para que reavivemos en nosotros el don de la misión, pues somos “Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor”. Junto con María, nuestra Madre del Perpetuo Socorro, y acompañados por nuestros Santos, Beatos, Mártires y Venerables, hagamos de nuestras comunidades religiosas, acciones pastorales y de toda la Congregación, cenáculos que irradien la creatividad pastoral, la audacia misionera y la alegría de abrazar la misión del Redentor en este mundo en que vivimos con sus alegrías y tristezas (cf. GS, 1) para comunicar en Él la alegría del Evangelio (cf. EG, 1) que nos viene del Espíritu. El Espíritu del Señor está sobre cada uno de nosotros… 


Leer texto completo:

Prot. N°: 0000   093/2024
Roma, 19 mayo de 2024
Solemnidad de Pentecostés

Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor
AÑO DEDICADO A LA FORMACIÓN PARA LA MISIÓN
El Señor que nos instruye para reavivar el don de Dios que habita en nosotros

Const. 77-90, EG. 050-085; Mt. 10,5-15, Lc. 9,1-6, 2 Tm. 1,6

Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí; y ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio” (Jn. 15, 26-27).

Queridos Cohermanos,
Formandos,
Laicos asociados a nuestra misión y Oblatos Redentoristas,
Juventud Misionera Redentorista (JUMIRE),
Ex Seminaristas Redentoristas,
Familia Redentorista;

  1. Ciertamente, podemos celebrar Pentecostés con las propias palabras de Jesús pronunciadas en la sinagoga de Nazaret como programa de misión: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor (Lc. 4,18-19)”. Como cristianos y consagrados, ¿creemos que el Espíritu del Señor está sobre nosotros, nos anima en la misión del Redentor que reaviva el don de Dios en nosotros y en el mundo? Si no creemos en esto, no podremos resistir las dificultades del mundo y nuestro testimonio será estéril. ¡El Espíritu del Señor está sobre cada uno de nosotros… somos llamados a ser luz del mundo! (Communicanda 1/2024). 
  2. Desde la fundación de la Congregación, el Espíritu Santo, el Consolador, nos ha asistido y seguirá haciéndolo. Lo que es obra suya continuará hasta el final, aunque haya vientos contrarios o quienes intenten detenerla (cf. Hch. 5,38-39). Con su aliento y armonía, la Congregación va tomando su forma con el proceso de reestructuración para no desviarse de su carisma y permanecer fiel a su misión. Esto exige de cada miembro profeso, de todos los hombres y mujeres que beben de nuestra espiritualidad un esfuerzo constante para no hacer de la Congregación una obra a su imagen y semejanza, sino para ser “libres y fieles en Cristo” (cf. Gal. 5,1) con un profundo sentido de pertenencia y disponibilidad para la misión. Si queremos poseer la Congregación, perdemos el sentido de la misión y nos desviamos del carisma, y poco a poco éste se debilita porque no dejamos que la novedad del Espíritu toque todas las dimensiones de nuestra vida apostólica. La Congregación, en la persona de cada cohermano y de todos los asociados a nuestra misión, con su multiculturalidad y creatividad, es un Pentecostés que anuncia la sonrisa redentora de Dios a la humanidad, especialmente a los más pobres y abandonados.
  3. La experiencia de Pentecostés fue una nueva forma de entender la misión de Jesús. Exigió que todos se abrieran y dejaran la seguridad de su propio mundo para volver a aprender las cosas nuevas del Espíritu. Así, Pentecostés es para nosotros una llamada a que cada uno abandone los muros que nos protegen de los miedos y no nos permiten percibir otros horizontes, que nos exigen utilizar nuevos lenguajes para comunicar la experiencia del misterio pascual de Cristo, que transformó la vida de las primeras comunidades y ha llegado hasta nosotros por el testimonio de la fe. Es una nueva forma de entender la misión de Jesús. Hemos recibido este tesoro, que no puede permanecer con nosotros, sino que debe ser compartido mediante el quehacer misionero de la Congregación (cf. Cap. I, Const. 3-20). ¿Cómo realizamos la experiencia de Pentecostés allí donde estamos como presencia misionera? ¿Cómo es nuestra relación con el mundo y con los hombres y mujeres de hoy? ¿Qué muros tenemos que derribar? ¿Qué puertas y ventanas tenemos que abrir para que nuestra misión pueda realizarse?
  4. Para derribar muros, abrir nuevas ventanas y puertas, necesitamos herramientas de trabajo y llaves para hacerlo. Todo esto lo encontramos en los cenáculos de nuestras comunidades y en los diferentes aspectos de la formación permanente. Gracias a la formación permanente podemos recibir los dones del Espíritu: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Además, es una manifestación “dinámica de conversión personal, de comprensión y profundización de nuestra consagración como respuesta discipular al Señor que llama y al compromiso con su misión en favor del Pueblo de Dios” (cf. Carta para el Año dedicado a la formación para la misión, n.9, Prot. N. 0000 052/2024). 
  5. La Constitución 90 nos lo recuerda: “Los redentoristas serán misioneros más eficaces en la medida en que vayan adaptando convenientemente cada día más su propia actividad apostólica y unan a ella más estrechamente una continua renovación de sí mismos: espiritual, científica y pastoral. Por eso, cada congregado trate de enriquecer y revitalizar su propio ministerio con el reiterado estudio de las ciencias sagradas y humanas, y con el fraterno intercambio entre los cohermanos. El superior (vice) provincial debe preocuparse de la formación continua de todos los cohermanos, mediante centros o cursos de teología y pastoral, o por la asistencia a cursos en facultades o la participación en reuniones regionales o nacionales. Además, siguiendo el ejemplo del Fundador, nuestra Congregación promueve los estudios superiores de las ciencias sagradas, para responder mejor a su finalidad misionera”.
  6. Por medio de su Espíritu Santo, el Señor nos instruye para que reavivemos en nosotros el don de la misión, pues somos “Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor”. Junto con María, nuestra Madre del Perpetuo Socorro, y acompañados por nuestros Santos, Beatos, Mártires y Venerables, hagamos de nuestras comunidades religiosas, acciones pastorales y de toda la Congregación, cenáculos que irradien la creatividad pastoral, la audacia misionera y la alegría de abrazar la misión del Redentor en este mundo en que vivimos con sus alegrías y tristezas (cf. GS, 1) para comunicar en Él la alegría del Evangelio (cf. EG, 1) que nos viene del EspírituEl Espíritu del Señor esté sobre cada uno de nosotros…

Fraternalmente en Cristo Redentor,

P. Rogério Gomes, C.Ss.R.
Superior General

Texto original: español