Prot. N°. 0000 220/2024
Roma, 09 de noviembre de 2024
292 aniversario de Fundación de la Congregación del Santísimo Redentor
Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor
AÑO DEDICADO A LA FORMACIÓN PARA LA MISIÓN
El Señor que nos instruye para reavivar el don de Dios que habita en nosotros
Const. 77-90, Est. 050-085; Mt 10,5-15, Lc 9,1-6, 2 Tm 1,6
Queridos Cohermanos,
Formandos,
Laicos asociados a nuestra misión y Oblatos Redentoristas,
Juventud Misionera Redentorista (JUMIRE),
Ex Seminaristas Redentoristas y
demás Familia Redentorista:
- Del 21 al 24 de octubre de este año, asistí a la reunión del Secretariado de la Orden del Santísimo Redentor en Scala y me alojé en la casa donde nació la Congregación. Durante algunos descansos, aproveché para visitar la gruta de Scala y contemplar las montañas que rodean la pequeña ciudad. En esos momentos, surgieron en mi mente varias preguntas: ¿cómo vivieron Alfonso y sus compañeros en este lugar en su tiempo? ¿Cuáles eran sus sueños, tanto como personas como misioneros? ¿Qué preocupaciones y anhelos tenía Alfonso como fundador? ¿Cuáles fueron sus noches oscuras y sus experiencias con el Amado Redentor? ¿Qué sentiría al ver una Iglesia distante de los pobres, mientras luchaba por acercarla a ellos? ¿Qué emociones habitarían su corazón cuando su pequeño Instituto fue aprobado por Roma? Y, ¿qué palabras tendría hoy para la Congregación?
- Con estas preguntas en mi mente y en mi corazón, pensé en cada cohermano y formando que he conocido, tanto en persona como a través de Internet; en las diversas realidades que he presenciado al visitar comunidades redentoristas en diferentes países; en la gran labor misionera que se realiza y en la valiosa colaboración de nuestros laicos. Después de dos años y algunos meses de servicio en la animación de la Congregación, quisiera compartir algunas impresiones sobre el camino recorrido.
- Actualmente, la Congregación está presente en 85 países y cuenta con 4,551 cohermanos. Esta presencia misionera en distintos contextos debe alegrarnos y hacernos conscientes de nuestro rostro multicultural e internacional. Esta diversidad es una gran riqueza y no debe convertirse en un factor de dispersión. Quizás el mundo nos enseña a temer al otro, pero el Evangelio nos llama a ser samaritanos dentro de nuestras propias comunidades y en nuestro apostolado cotidiano (cf. Lc 10,25-37), y a acoger la diversidad, como nos recuerda 1 Cor 12,4-13: “Hay diversidad de dones, ministerios y servicios, pero es el mismo Dios quien obra todas las cosas en todos los hombres.” Si esto es verdad, el hecho de ser un cuerpo misionero (cf. Const. 2) en la diversidad nos hace creíbles para anunciar y testimoniar el Evangelio de forma siempre renovada, con esperanza viva, para ser signo y luz del mundo (Communicanda 1/2024).
- Con una autocrítica adecuada, debemos tener un sano orgullo y un profundo sentido de pertenencia a una Congregación que, desde su fundación, nunca ha dejado de anunciar el Evangelio. La Congregación se ha expandido y sigue proclamando hoy la abundante redención. Aunque enfrentamos muchas debilidades, creo firmemente que nuestro potencial es mucho mayor. Si remamos en la misma dirección, tendremos más fuerza, incluso con perspectivas diversas, lo cual es sumamente saludable para una institución. Las debilidades no son obstáculos que deban llenarnos de pesimismo o desánimo, sino lecciones que nos permiten vislumbrar nuevos horizontes con esperanza. El pesimismo, el desaliento y las quejas no nos llevan a ninguna parte. Por esta razón, nuestra visión de la Congregación debe ir más allá de las fronteras de nuestras (vice)provincias, regiones y misiones. Esto nos permite reconocer el dinamismo que existe en la Congregación, fortalecer nuestra esperanza, renovar nuestro sentido de pertenencia, fomentar la solidaridad entre nosotros y afinar nuestra disposición misionera. ¡La reestructuración y reconfiguración nos llaman a ello!
- En este 292 aniversario de la Congregación, invito a cada profeso, estudiante y laico a hacer memoria, a repasar en el corazón el camino recorrido desde su primer contacto con la Congregación hasta hoy: alegrías, penas, retos, crisis, logros, cambios… Se trata de recordar la propia vocación y preguntarse: ¿qué me trajo aquí? ¿Cómo me sigue enviando el Redentor en misión? ¿De qué manera necesito dar pasos cualitativos en mi compromiso misionero redentorista? Confío en que, al final de esta revisión de la historia personal, cada uno encontrará un profundo consuelo en su corazón, escuchará la voz del Redentor diciendo: “Avancen hacia aguas más profundas” (Lc 5,4) y verá el rostro de san Alfonso diciendo: “Hijos míos, avancen; yo estoy con ustedes hasta el final”.
- Considero que algunos elementos pueden fortalecer el dinamismo misionero de la Congregación: no descuidar la promoción vocacional, la formación inicial y permanente; renovar cada día nuestro sentido de pertenencia; orar por nuestra vocación y pedir al Señor la gracia de la perseverancia vocacional; intensificar nuestra vida comunitaria y alimentar nuestra espiritualidad, tanto personal como comunitaria, sin perder de vista la riqueza de nuestras fuentes espirituales: las Escrituras, las Constituciones, la hagiografía redentorista y los escritos de muchos cohermanos actuales. Es esencial renovar continuamente la conversión del corazón y de la mentalidad, liberarnos de nuestras zonas de confort, conservar nuestro celo pastoral y ardor misionero, y reafirmar nuestra disponibilidad misionera ante el Señor. Que no nos falte nunca el compromiso con los más pobres y abandonados, la lectura de los signos de los tiempos, y la renovación de nuestros métodos misioneros, viendo el mundo como una oportunidad para evangelizar y no como una amenaza que nos limita. Comunicar siempre la alegría del Evangelio desde nuestra consagración y fomentar una cultura del cuidado, tanto dentro de nuestras comunidades como en nuestros ambientes apostólicos, son también aspectos esenciales de nuestra misión.
- Incluso en los contextos donde la Congregación enfrenta momentos difíciles, esto no debe ser motivo de desánimo para los congregados ni para los laicos asociados a nuestra misión. La Congregación está viva, con 292 años de historia, madura con el paso del tiempo, enriquecida por la lectura de los signos de los tiempos, con la fuerza que proviene del Evangelio y el rostro alegre del ser misionero en cada cohermano, sostenida por las oraciones del Pueblo de Dios y guiada por el Espíritu Santo como una obra en marcha. Llevemos adelante esta obra redentora con alegría, ¡pues somos “Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor”!
- Junto a María, nuestra Madre del Perpetuo Socorro, y acompañados por nuestros Santos, Beatos, Mártires y Venerables, así como por la dedicación de cada cohermano, estudiante y laico, nos preparamos para celebrar los 300 años de nuestra querida Congregación.
Fraternalmente,
P. Rogério Gomes, C.Ss.R
Superior General
Original: español