Cuando las periferias se vuelven centrales

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Mural del cuadro “Guernica” de Picasso realizado en azulejos y tamaño natural., Guernica, España. Crédito: Jules Verne Times Two / www.julesvernex2.com, CC BY-SA 4.0, vía Wikimedia Commons.

El artículo del prof. Antonio G. Fidalgo CSsR, ha sido publicado en italiano en el Blog de la Academia Alfonsiana, aquí una traducción libre de Scala News.

El aprendizaje histórico por parte de los humanos es difícil. Se inclinan así a fijar centros y quieren alcanzar la cima de las pirámides más altas del poder y de la relevancia histórica. Casi siempre compiten entre ellos para ver quién puede llegar mejor a lo más alto. Parece ser el deporte mundial por excelencia. Y si bien puede estimular en parte el crecimiento y la participación, sigue generando una competencia interminable, que a la larga es terriblemente deshumanizante. Chocamos con más o menos rivalidad, entre frivolidades y cementerios sangrientos de humanidad destruida, entre luchas que no tienen otra motivación deplorable que la ferocidad chauvinista y patriarcal elevada al enésimo grado.

Ninguna derrota y ninguna destrucción abrumadora de lo humano, del territorio y del ecosistema pueden celebrarse ni humana ni cristianamente. Las victorias de quienes vencen nunca son una victoria, ni una derrota para nadie, sino sólo la fantasía de todo tipo de supremacía que deja tras de sí una historia de fracaso humano real, una impotencia evidente para superar niveles de inhumanidad. No se pueden celebrar los ataques ni bendecir la venganza.

En este sentido, el aniversario del pasado 7 de octubre podría resumir el fracaso de todas las llamadas victorias de la historia, que siempre han dejado tras de sí un rastro de muerte y futuras venganzas. El fracaso de todos los extremismos, sean del color que sean, el triunfo de las obstinaciones más ciegas e inhumanas.

Todos estos ejes de violencia y guerra, que abundan en nuestra realidad histórica actual (aproximadamente más de 30), de los que parece que para una determinada parte del mundo los más evidentes son los de Rusia y Ucrania y los de Israel y Palestina, Acontecimientos que, en medio del caos que nos desarma, evidencian la existencia de determinadas periferias geográficas y humanas, muestran cuántos lugares no suelen ser considerados en las agendas cotidianas internacionales y nacionales. Esconden rostros que no quieren ser vistos, pobres e injusticias que se ocultan o minimizan, detrás de la máquina de progreso arbitrario y absurdo de un mundo que pretende lanzarse hacia metas supertecnológicas y avanzadas, cuando la propia humanidad, en su mayoría cruel y lacerante, vive en la marginalidad sistémica más opresiva y falsa que la humanidad haya podido concebir.

No se trata sólo de las luchas entre democracias (frágiles, contradictorias e insuficientes, al menos tal como las ha creado Occidente) y teocracias, que ya es mucho que aprender a convivir con sistemas diversos e incluso diferentes; más bien, se trata de luchas por el poder cada vez más deshumanizantes, lucrativas e indiferentes. Por eso, ahora que la periferia se hace evidente y se convierte en el centro del empleo (sobre todo “mediático”), tal vez sea el momento de poner en el centro de la agenda lo que hasta ahora ha estado en los márgenes (considerado secundario o “colateral”); tal vez sea hora de buscar realmente salidas al verdadero revés de la historia. De víctimas humanas, geográficas y ecosistémicas. Se trata de una tarea esencial para una perspectiva verdaderamente humana, sociocultural, política, diplomática y, por tanto, también moral.

Quisiera concluir con las palabras de un gran ser humano de la integración (en todo sentido), para recordarlas y sugerir su relectura, porque aunque escritas en otro tiempo histórico, me parece que pueden seguir siendo actuales. Me refiero a Raimon Panikkar (1918-2010) quien, entre otras cosas, había propuesto que se podrían alcanzar niveles de paz mediante al menos dos cosas: el “desarme cultural”[1] y un esfuerzo real de “interculturalidad”. Como lo demuestran estas palabras suyas: «Si un enemigo nos ataca debemos defendernos, pero la mejor defensa es recuperar su confianza, lo cual sólo es posible si amamos. El amor al enemigo no es un consejo para unos pocos “perfectos”; es una necesidad para la supervivencia”[2].


[1] R. Panikkar et al., Pace e disarmo culturale, a cura dell’Amministrazione culturale Comunale di Città di Castello, Città di Castello (PG) 1987; «La vittoria non porta mai alla pace», 5-24; «La pace è un mito», 205-222. 

[2] R. Panikkar, Pace e Interculturalità. Una riflessione filosofica, Jaca Book, Milano 2002, 110.