(del Blog de la Academia Alfonsiana)
El corazón es el núcleo del ser humano. Es más que un órgano, es un lugar de unidad, sinceridad y vida personal. En un mundo frenético y consumista, el Papa Francisco nos invita a “volver al corazón”, a redescubrir su centralidad no sólo en el sentido físico, sino también en el sentido espiritual y emocional. Un modelo ejemplar e inspirador para una visión correcta del corazón humano es el Corazón de Jesucristo, en el que reside la fuerza del amor humano y divino, y es objeto de reflexión en la carta encíclica Dilexit Nos del Papa Francisco (cf. nn. 2-15).
A través del análisis de figuras literarias (cf. n. 12), la encíclica ilustra cómo la fuerza del corazón permite un conocimiento más profundo de la realidad, conduciendo inevitablemente al amor presentado como “el factor más íntimo de la realidad”, capaz de dar un significado a la vida. El Papa Francisco destaca cómo la teología de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola se basa en el “affectus”, una voluntad fundamental que nace del corazón que ama, adora, pide perdón y se ofrece a servir, reconociéndose como “tú” de Dios (Cf. nn. 24.144).
La encíclica se centra luego en los gestos y las palabras de amor de Cristo, subrayando su búsqueda constante del encuentro con los demás. La mirada de Jesús, descrita en varios episodios evangélicos, refleja su atención y compasión por cada persona. También es interesante el simbolismo del corazón, representado muchas veces con llamas de fuego. Si bien reconoce el valor de esta imagen, el Papa Francisco subraya la importancia de contextualizar el corazón en la imagen completa de Cristo, con su mirada, sus manos y su boca, recordando así una relación personal (nn. 32-47).
Un aspecto crucial del texto se refiere a la dimensión trinitaria del amor. El Corazón de Cristo nos orienta hacia el Padre, fuente de vida y origen de gracia. La relación entre Hijo y Padre, descrita en los Evangelios, se convierte en modelo para nuestra vida espiritual. La acción del Espíritu Santo alimenta en nuestro corazón el amor al Padre, guiándonos hacia Él (nn. 70-77).
La historia de la devoción al Sagrado Corazón registra contribuciones de santos como San Juan Eudes, San Francisco de Sales y Santa Margarita María de Alacoque. Su testimonio es una invitación a redescubrir la belleza de pedir perdón, un gesto de nobleza que permite sanar las relaciones y restaurar la paz en el corazón (nn. 109-128).
El amor por amor, como respuesta al amor de Dios, se materializa en el amor a los hermanos, especialmente a los más pobres y abandonados. Figuras como San Carlos de Foucauld ejemplifican la dimensión misionera del amor al Corazón de Cristo, invitándonos a difundir su amor por el mundo. El encuentro con Cristo no puede quedarse en un hecho privado, sino que debe traducirse en servicio comunitario y en testimonio gozoso de su presencia (Cf. n. 129).
Al analizar los efectos de la devoción al Sagrado Corazón que se han registrado a lo largo de la historia, el Papa Francisco admite que, por un lado, este culto ha dado frutos de profunda espiritualidad y compromiso social; por otro, algunas interpretaciones y prácticas relacionadas con él han puesto en peligro alejándonos del auténtico espíritu del Evangelio. Algunas formas de devoción al Sagrado Corazón se han centrado excesivamente en los aspectos dolorosos de la Pasión de Cristo, con un énfasis a veces morboso en la sangre, las heridas y el sufrimiento físico. Este enfoque corre el riesgo de oscurecer la alegría de la Resurrección y el mensaje de esperanza del Evangelio. El Papa Francisco nos invita a no olvidar que el Corazón de Cristo, conservando el recuerdo de sus llagas, es un corazón resucitado, lleno de gloria, de vida y de luz (Cf. n.172). ..//
La encíclica Dilexit Nos invita a redescubrir la riqueza y la actualidad de la devoción al Sagrado Corazón, purificándolo de cualquier deriva e interpretándolo a la luz del Evangelio. La verdadera devoción al Corazón de Cristo no se limita a prácticas externas o sentimentalismos superficiales, sino que se traduce en una profunda renovación del corazón, en un amor concreto a los hermanos y en el compromiso de construir un mundo más justo y fraterno.
Filomena Sacco
(El texto original completo en italiano lo puede leer en la edicion en italiano de Scala News o en el blog de la Academia Alfonsiana)