La autobiografía del Papa Francisco rebosa de humanidad, compasión y un llamado a la acción en un mundo fracturado
El Papa Francisco siempre ha sido conocido como un hombre del pueblo. Desde los barrios marginales de Buenos Aires hasta la grandeza del Vaticano, su vida ha sido un testimonio de resiliencia, empatía y fe. En su autobiografía, Esperanza, Francisco lleva a los lectores en un viaje íntimo a través de los momentos cruciales que lo formaron, no como líder espiritual sino como Jorge Mario Bergoglio, un hombre profundamente arraigado en la familia, la comunidad y una búsqueda incansable de la justicia.
En esencia, Esperanza es una historia sobre cómo las pequeñas decisiones de la historia, a menudo inadvertidas, pueden cambiarlo todo. Es una historia que comienza mucho antes del propio Papa, en las colinas de Italia, donde sus abuelos enfrentaron una elección que definiría sus vidas y, eventualmente, las vidas de millones de personas.
Un barco que casi hunde un sueño
Uno de los momentos más conmovedores de Esperanza es la historia del SS Principessa Mafalda, un barco que zarpó de Génova en octubre de 1927 con destino a Sudamérica. Descrito como “el Titanic italiano”, el barco se hundió trágicamente frente a las costas brasileñas, cobrándose la vida de cientos de migrantes que buscaban un futuro mejor.
Francisco escribe con gran claridad sobre cómo sus abuelos, Giovanni y Rosa, habían planeado participar en ese viaje. “Mis abuelos habían comprado su boleto para esa larga travesía”, recuerda. “Pero no lo tomaron. Por más que lo intentaron, no pudieron vender lo que tenían a tiempo. Al final, a regañadientes, la familia Bergoglio se vio obligada a cambiar su boleto y retrasar su partida”.
Fue un giro del destino lo que salvó a la familia de una tumba acuática. “No se imaginan cuántas veces me he encontrado agradeciendo a la Divina Providencia”, reflexiona Francisco. El tardío viaje de sus abuelos los llevaría finalmente a Argentina, donde comenzaron de nuevo: un viaje marcado por la resiliencia, el sacrificio y la fe.
Raíces en la migración, lecciones de humanidad
Para Francisco, la historia de la migración de su familia no es meramente personal; es profundamente simbólica de las luchas que enfrentan millones de migrantes hoy. Sus reflexiones sobre la migración se encuentran entre los pasajes más conmovedores del libro. “La gente todavía se iba”, escribe sobre aquellos que dejaron Italia para ir a Estados Unidos. “Por pobreza sobre todo; a veces por ira; por un cambio de fortuna; para escapar de la tragedia de una guerra mundial… o en busca de un mejor nivel de vida”.
El viaje rara vez fue fácil. Francisco relata cómo su abuela Rosa cosía los objetos de valor de la familia en el forro de su abrigo para protegerlos de los robos durante el viaje. “Llevaba ese abrigo incluso en el calor abrasador de Buenos Aires, como si fuera su armadura”, escribe. “Era una luchadora”.
Este sentido de resiliencia y determinación ha dejado una marca indeleble en Francisco. Por eso, como Papa, ha hablado tan ferozmente contra la “globalización de la indiferencia” que, según él, alimenta el sufrimiento de los migrantes hoy. “¿Por qué ellos y no yo?”, pregunta, una pregunta que resuena a lo largo de todo el libro.
La influencia de una abuela
Entre las muchas figuras que formaron al Papa Francisco, ninguna es más grande que su abuela Rosa. Su fuerza, fe y sentido práctico están entretejidos en la trama de su vida. “Ella fue quien selló mi religiosidad”, escribe, recordando cómo lo introdujo a la oración y a los valores del Evangelio.
La influencia de Rosa se extendió más allá de lo espiritual. Francisco recuerda su coraje al enfrentarse a un ladrón que intentó robar su café durante la Primera Guerra Mundial. “No pensó en huir. En cambio, agarró una escoba, bajó las escaleras y, gritando y golpeándolo tan fuerte como pudo, mandó al ladrón a huir”, escribe con evidente admiración.
Su resiliencia frente a la adversidad se convirtió en un modelo para el propio Francisco en su enfoque de la vida. “De ella aprendí que la santidad se encuentra en la perseverancia, en enfrentar las pruebas de la vida con dignidad y fe”, escribe.
El llamado de los marginados
Si Rosa le dio a Francisco su base espiritual, Buenos Aires le dio su misión. Al crecer en las vibrantes pero desafiantes calles de Argentina, Francisco estuvo profundamente influenciado por la pobreza y la desigualdad que presenció. “Los barrios marginales no eran solo un telón de fondo”, escribe. “Eran el corazón palpitante de la ciudad, lleno de vida, lucha y fe”.
Fue en estos barrios marginales donde Francisco conoció por primera vez el poder de la comunidad. “Vi cómo la gente que tenía tan poco daba tanto”, recuerda. “Me enseñaron que la fe no es solo palabras; se trata de acción, de estar al lado de los que sufren”.
Este compromiso con los marginados ha definido su papado. Uno de los pasajes más conmovedores del libro describe su visita no planificada a Lampedusa, la isla mediterránea que se ha convertido en un símbolo de la crisis de los refugiados. “Cuando escuché la noticia de otro naufragio, el pensamiento me volvía una y otra vez, como una dolorosa espina en el corazón”, escribe. “Tenía que ir. Tenía que rezar”.
De pie ante una pequeña comunidad devastada, Francisco pronunció una de sus homilías más punzantes, condenando lo que llamó “la globalización de la indiferencia”. Escribe: “Hemos perdido la capacidad de llorar. Ante tanto sufrimiento, nos hemos anestesiado”.
La guerra, la paz y el precio de la indiferencia
La autobiografía también profundiza en las reflexiones de Francisco sobre la guerra, inspiradas en las historias de su abuelo sobre su servicio en el frente durante la Primera Guerra Mundial. Giovanni, escribe Francisco, regresó a casa como un hombre cambiado, con sus sentimientos antibélicos profundamente arraigados. “La guerra”, escribe Francisco, “es la mayor locura de la humanidad. Destruye no sólo vidas sino también los lazos de fraternidad”.
La condena de Francisco a la guerra es inquebrantable. Relata una visita al Memorial de la Guerra de Redipuglia en Italia, donde están enterrados miles de soldados. “Mientras caminaba entre las tumbas, lloré”, escribe. “La guerra es una locura, y su loco plan de desarrollo es la destrucción”.
Sus reflexiones se extienden a los conflictos modernos, donde los civiles –especialmente mujeres y niños– son los más afectados por la violencia. “Son los indefensos los que son masacrados”, escribe. “Olvídense del heroísmo, olvídense de la retórica: la guerra no es otra cosa que bajeza y vergüenza en su grado más alto”.
La esperanza como acto de desafío
A pesar de la oscuridad que describe, La esperanza es en última instancia un libro sobre el optimismo. Para Francisco, la esperanza no es pasiva: es una fuerza activa, casi desafiante. “La esperanza es la virtud del movimiento”, escribe. “Es la tensión que une la memoria y la utopía para construir verdaderamente los sueños que nos esperan”.
Esta filosofía se resume quizás mejor en sus reflexiones sobre el papel de la Iglesia. “La Iglesia debe ser un hospital de campaña”, escribe, “un lugar donde se curan las heridas, donde los quebrantados encuentran refugio”.
Francisco no rehúye de abordar los propios fracasos de la Iglesia, incluida su complicidad histórica en las injusticias. Sin embargo, se mantiene firme en su creencia de que la Iglesia puede ser una fuerza para el bien. “Estamos llamados a ser testigos de la misericordia”, escribe. “No jueces, sino vecinos”.
Un Papa que escucha
Lo que distingue a ESPERANZA de otras autobiografías es su tono. Francisco no escribe como un pontífice que emite proclamaciones, sino como un hombre que conversa con el mundo. Su voz es humilde, sus palabras a menudo poéticas. “El libro de mi vida”, escribe, “es la historia de un viaje de esperanza, un viaje que no puedo imaginar separado del de mi familia, de mi pueblo, de todo el pueblo de Dios”. Es esta humildad la que hace que el libro sea tan atractivo. Ya sea que cuente las historias de su abuela, las luchas de su padre o sus propias dudas, Francisco nunca se coloca por encima de sus lectores. En cambio, los invita a caminar junto a él, a compartir el viaje.
Un mensaje para hoy
Mientras el mundo se enfrenta a crisis que van desde el cambio climático hasta el desplazamiento de refugiados, ESPERANZA parece más relevante que nunca. Las reflexiones de Francisco sobre la comunidad, la compasión y la justicia resuenan profundamente en un mundo a menudo dividido por el miedo y la codicia. “Se pueden construir muros y bloquear las entradas para crear la ilusión de seguridad”, escribe. “Pero no será así para siempre. Los gritos de los oprimidos se elevan y abarcan toda la tierra”.
Para Francisco, el camino a seguir es claro: humildad, empatía y acción. “Sólo quien construye puentes puede avanzar”, escribe. “Los constructores de muros terminan prisioneros de los muros que ellos mismos han construido”.
Por qué es importante la esperanza
En una época en la que el cinismo parece más fácil que el optimismo, el papa Francisco nos recuerda lo que la humanidad puede lograr cuando elige la esperanza. Su autobiografía no es solo un relato de su vida; es un llamado a la acción, una súplica para ver el mundo no como es, sino como podría ser.
Para los lectores de todo el mundo, La esperanza sirve como espejo y como guía. Nos desafía a enfrentar nuestros propios prejuicios, a reflexionar sobre nuestras responsabilidades y a soñar con un futuro mejor. Como escribe el propio Francisco: “Todo nace para florecer en una eterna primavera”. En ESPERANZA, nos muestra cómo.
Francis (Prince) Thekkapuram, CSsR