(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Para los creyentes, la peregrinación es una parte esencial de la expresión de la fe. Partimos hacia una ciudad, un río sagrado, una montaña, un manantial, la tumba de alguien. Los motivos son diversos: acción de gracias, petición de súplica, intercesión, purificación. La mayoría de las veces el peregrino busca a Dios y, en Él, a sí mismo. En realidad el peregrino es un buscador. Muchos testimonios cuentan que después de una peregrinación uno cambia, encuentra armonía, alegría y paz. La peregrinación es una práctica que une a los creyentes de los tres grandes monoteísmos: cristianismo, islam y judaísmo. Los lugares de destino de los cristianos son diferentes; En este año jubilar en particular, las basílicas papales de Roma son el destino preferido, mientras que para los musulmanes generalmente es La Meca y para los judíos Jerusalén. Pero profundizando más descubriremos un significado profundo de esta piadosa práctica.
Gabriel Marcel (1889-1973) describió al hombre como homo viator, un viajero en búsqueda del sentido de su existencia: «es un hombre en movimiento, desea y espera y se abre así al futuro». El peregrino es un viajero. De hecho, si consideramos el viaje con sus peculiaridades, comprendemos y compartimos la intuición del existencialista francés. Cada viaje no conduce sólo a un lugar, sino que es una oportunidad de encuentro, de relación, de experiencia del otro, entendido en su totalidad.
Antes de partir, eliges un destino y los medios para llegar a él. También tenemos en cuenta el esfuerzo y el cansancio que conlleva, pero las ganas superan cualquier malestar. Haces las maletas, llevas algo contigo, a menudo sólo lo imprescindible para dejar espacio en la maleta para comprar “productos locales”. De hecho, cada viaje es una oportunidad para cambiar algo. Desde una camiseta con el estampado de la ciudad visitada hasta el cambio de conocimiento personal. Continuidad y transformación, siempre somos nosotros, iguales pero diferentes, enriquecidos por el encuentro con nuevas personas, lugares, cultura, sabores, espiritualidad, religión.
En este Año Jubilar, el Santo Padre Francisco nos ha llamado a reflexionar sobre nuestro ser “Peregrinos de la Esperanza”. ¿Cuál es la conexión entre ser peregrino y la virtud de la esperanza cristiana?
La peregrinación es signo del camino de esperanza que, iluminado por la Palabra de Dios, une a los creyentes. Es uno de los signos fuertes del Jubileo: «Ponerse en camino es propio de quien va en busca del sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece enormemente el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de la esencialidad». No sólo eso, sino que la peregrinación es también: «un icono del camino que cada persona hace en su existencia».
También es necesario llevar el equipaje adecuado, uno demasiado pesado ralentiza el viaje y uno demasiado ligero puede provocar que olvides algo importante en casa. La prisa no es buena compañera, necesitamos disfrutar el camino, paso a paso, es un caminar con Dios. Pero si la peregrinación es una metáfora existencial, nos vienen a la mente las palabras del salmista: «Bienaventurado el que encuentra en ti su fuerza y decide en su corazón el santo camino» (Sal 83,6).
Es evidente que el punto de partida es el corazón pero al mismo tiempo es también el medio de transporte, corazón entendido bíblicamente, como la totalidad de la interioridad de la persona. El billete es de ida. Nada de lo que Dios da a cada experiencia dejará indiferente a nadie. Por eso, la actitud de escucha humilde es esencial para que el tiempo sea fructífero. El equipaje es tu propia experiencia. El espíritu es la mente y el alma de cada camino. A Él confiamos nuestros pasos, para que modele nuestra inteligencia y haga arse puede leer en el original inglés en el Blog de la Academia Alfonsianader de nuevo nuestro corazón en el pecho, haciéndonos peregrinos de esperanza, al servicio de la caridad para la vida del mundo.
Filomena Sacco
se puede leer completo el original en italiano en el Blog de la Academia Alfonsiana