La teología entretejida de poesía y compromiso por la vida

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

Se nos fue un hermano poeta liberador y, por sobre todo, creyente encarnado en la vida y en la historia. Celebramos con alegría sentida, con fe agradecida y desbordante, la pascua de Ernesto Cardenal (20.01.1926-01.03.2020). Suspendido a divinis por Juan Pablo II y restablecido hace un año por el papa Francisco, pudo sentirse confirmado por sus elecciones, a veces extremas pero nunca carentes de sapiencial profecía. Cabe recordar que también a su hermano de sangre, el sacerdote jesuita Fernando Cardenal (1934-2016), que fuera ministro de Educación, se le había prohibido ejercer cargos de gobierno.

Persona multifacética que logró embellecer la vida con palabras y gestos, en la mejor escuela del maestro Jesús, peregrino y liberador. Quién puede olvidar aquel gesto suyo, estando de rodillas en aquel aeropuerto y recibiendo a cambio un regaño (04.03.1983). Dolor no tanto causado a una persona, que lo era, sino, como él mismo diría, a un pueblo y sus justas elecciones históricas. Porque el evangelio y la teología se amasan «ensuciándose las manos» en el compromiso concreto de la vida.

Él mismo se reconoció «poeta, sacerdote y revolucionario», al ser reconocido con el Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía (2012). En sus raíces está la búsqueda de horizontes abiertos e infinitos. Lo cual lo llevará a ingresar en 1957 en el monasterio trapense de Getsemaní (Kentucky-USA), teniendo el regalo de que su maestro de novicios fuera otro grande poeta, místico, buscador sin fronteras, Thomas Merton (1915-1968). Cómo no recordar el libro: Correspondencias (1959-1968), Trotta 2003, donde se recogen cartas que reflejan la amistad del maestro y el discípulo. Cardenal fundará una comunidad contemplativa en el archipiélago de Solentiname (Nicaragua) justamente aconsejado por el mismo Merton. Y le dedicará un extenso poema a raíz de su muerte: «Coplas a la muerte de Merton» (1970).

Una de sus alegrías fue haber creado los llamados «Talleres populares de poesía», con los cuales las personas más sencillas del pueblo no solo conocieron la belleza del arte de narrar y hacer poesías, sino que fueron protagonistas de un gran proceso cultural, en el cual se lograba popularizar el proceso artístico y democratizar la cultura.

Hizo de su vida, de su pluma y compromiso, una narrativa evangélica y popular. En él encontramos inspiración para que la teología no sea de escritorio, formalismo abstracto atrincherada en las nubes de Úbeda, sino compañera del peregrinar del pueblo de Dios, entre luces y sombras, entre «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren», porque para Ernesto, como para la Iglesia del Vaticano II, aquellas «son a la vez» «los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (GS, n. 1).

Se acaba de publicar un libro: Poesía completa (Trotta, 2019; 1232 páginas), solo pasear por allí, dejarse llevar por el encanto narrador, profundo, bello y liberador, sería un encanto de contemplación y de inspiración para el quehacer teológico. Pero hemos de contentarnos con dar unas pinceladas que puedan estimular a seguir sus huellas. Encarnaba un salmo dándole mística liberadora al compromiso político: «Escucha mis palabras oh Señor. Oye mis gemidos. Escucha mi protesta. Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores, ni partidario de su política, ni te influencia la propaganda, ni estás en sociedad con el gánster…» (Salmo 2). Hacía que la cotidianidad tuviera fuerza sapiencial y encendiera de sentido la vida: «La noche ya se aleja seguida de sus seguas y cadejos. Vamos a ver el agua muy azul: ahorita no la vemos. – Y esta tierra con sus frutales, que tampoco vemos. Levántate Pancho Nicaragua, cogé el machete hay mucha yerba mala que cortar, cogé el machete y la guitarra» (Amanecer). Así fue, porque tal vez sea así, lucha y belleza, para fraguar la vida en respuesta a la llamada a vivir y dar la vida, para gloria de Dios y bien de su pueblo. Que así sea, amén, descansa en paz, el poeta de la praxis, que hizo un arte de todo proceso liberador, que ayudó a parir la historia buscando dar lugar a continuas creaciones culturales, de nuevas mejores formas de ser hombre y mujer, mediante el soplo revolucionario del Espíritu.

Padre Antonio Gerardo Fidalgo CSSR