Un solo cuerpo: Los fracasos de Clemente

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Una de las características del bicentenario de la muerte de nuestro cohermano Clemente Hofbauer ha sido la variedad de textos inspiradores y útiles de esta serie de Espiritualidad C.Ss.R. Desde la pura santidad del hombre, su visión y logros misioneros, a su vida interior, hemos ido tratando ideas sobre este hombre al que llamamos nuestro “segundo fundador”.

En esta reflexión, quiero centrarme en los fracasos en la vida de Clemente o, más bien, en cómo se enfrentó al fracaso. A veces, al leer la vida de los santos, nos inclinamos a afirmar “maravilloso, digno de admiración, pero difícilmente imitable”. Pero todos tenemos en común algunos roces con el fracaso; de hecho, podemos sentirnos atrapados en el fracaso o temerlo.

Fracasos debidos a fuerzas externas – fracasos desde dentro de la Congregación

Quizás el fracaso más público y dramático de Clemente fue la supresión de San Benón el 17 de junio de 1808. El arresto, encarcelamiento y eventual deportación de la comunidad de Varsovia fue el fin de la Congregación transalpina por el momento. Ver el fin de un ministerio tan fructífero y la dispersión de la comunidad tuvo que haber puesto a prueba la confianza de Clemente al máximo. Menos dramático, pero no menos desalentador, fue el fracaso de muchas, si no todas, las fundaciones que Clemente hizo por Europa. De Francia a Rumanía, Clemente vio fracasar sus esfuerzos.

Tales fracasos se debieron a fuerzas externas, políticas, sociales y, a veces, religiosas. Un nivel de fracaso muy diferente provino de la propia Congregación. El Consultor General, el p. Leggio, acusó a Clemente de “cambiar la meditación matutina por dos misas cantadas, sin guardar silencio, sin actos vespertinos” y en buena medida acusó a Clemente de negarse a regresar a Italia porque “no quieres tener ningún superior por encima de ti”.

Incluso dentro de su propia comunidad de Varsovia, Clemente escuchó voces que se alzaban para subrayar sus fracasos. La correspondencia del p. Vannelet mostró que algunos miembros de la comunidad de San Benón estaban incómodos con el ritmo y el estilo de la versión de Clemente sobre la vida redentorista.

Clemente no ignoraba las limitaciones bajo las que trabajaba. Gran parte de su vida anterior había sido poco uniforme: algo de estudio, alguna experiencia de vida como ermitaño, algo de teología en la Universidad, un noviciado muy corto, escasa familiaridad con las tradiciones de la Congregación, poco contacto y menos literatura sobre el carisma de la Congregación… Todo sumado a sentimientos de insuficiencia y a una receta para el fracaso. Además de todo esto, Clemente tuvo que lidiar con su propio temperamento: “Le agradezco a Dios que tengo este defecto (mal genio) porque si no lo tuviera, estaría tentado a besarme la mano para reverenciarme a mí mismo”, admitía con pesar.

Un discípulo misionero de Jesús

Como discípulo misionero de Jesús, Clemente pudo ver la vida y la muerte de Jesús en términos de fracaso y éxito. Jesús no fue aceptado por su propia gente, algunos miembros de la familia lo consideraron loco, conoció la deserción, la traición, la tortura y la ejecución brutal. Incluso en su viaje interior conoció momentos de miedo, tentaciones y angustia hasta el punto de una sensación de abandono. Había advertido a su puñado de discípulos que ellos mismos no podían esperar menos.

Vemos este modelo en las vidas de Pedro y Pablo. Para Pedro, el momento de la verdad llegó cuando, habiendo repudiado a su maestro, Jesús “miró directamente a Pedro” traspasándole el corazón y aquél soltó sus lágrimas de arrepentimiento. Con palabras inspiradas, Pablo confesó: “Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré… porque cuando soy débil es cuando soy fuerte” (2 Cor 11:30; 12: 9-10).

¿Cómo lidiar con los fracasos?

No es difícil identificar algunas de las formas con que Clemente lidió con los diversos fracasos de su vida y en las que nosotros también podemos lidiar con nuestras propias limitaciones y fracasos.

Entre las máximas espirituales de Clemente, amorosamente reunidas por uno de su círculo, Joseph (más tarde cardenal) Rauscher, leemos:

“Cuando somos conscientes de haber fallado y hecho mal, debemos humillarnos ante Dios, implorar su perdón y luego seguir tranquilamente nuestro camino; nuestros defectos deberían hacernos humildes, pero nunca pusilánimes”. (Máxima 8)

Esta máxima espiritual me trae a la mente el consejo del propio san Alfonso en ‘La verdadera Esposa de Jesucristo’: “Enfadarnos con nosotros mismos [cuando fallamos] no es humildad; es más bien una forma sutil de orgullo que nos hace olvidar la gente débil que realmente somos. Enfadarnos con nosotros mismos después de una falta es un defecto mucho mayor que la propia falta, ya que puede conducir a toda una cadena de otras faltas”. El consejo de Clemente de “seguir tranquilamente nuestro camino”, proveniente de un hombre de inusual energía y determinación, es una profunda comprensión de cómo lidiar con nuestros propios fracasos y pecados.

Otro rasgo de la lucha de Clemente con los fracasos y los reveses proviene de la dimensión contemplativa de su vida. Esos primeros años como ermitaño seguramente lo influenciaron para el resto de su vida. Al explorar su posible vocación, Clemente se abrió sabiamente a la llamada de la vida solitaria, a las riquezas de la oración contemplativa y al solo anhelo de Dios. Puede que hubiera dejado las ermitas físicas donde aprendió a rezar, pero mantuvo una ermita espiritual en su corazón hasta el final de su vida. Cuando lo persiguieron las pruebas y los fracasos, pudo retirarse a esa ermita del corazón y encontrar de nuevo al Dios de todo consuelo, y el consuelo de Dios.

Sin una dimensión contemplativa en nuestra vida, ¿cómo afrontar nuestras propias debilidades o cómo afrontar las dificultades y fracasos de la vida?

Preguntas para reflexionar

  1. ¿Cómo gestionamos las debilidades y errores de la Congregación o de nuestra propia Comunidad?
  2. ¿Cómo afrontamos nuestras propias fallas personales?
  3. ¿Podemos seguir nuestros propios consejos?
  4. Santa Teresa de Calcuta nos recordó que no estamos llamados al éxito sino a la fidelidad. ¿Somos rehenes de la tiranía del éxito?

ORACIÓN

Padre de misericordia, en la vida de San Clemente nos has dado a conocer la frescura original del Evangelio. Derrama abundantemente tu Espíritu para que, como él, también nosotros podamos servir con fidelidad creativa a la misión de la Iglesia y de la Congregación.

Frente a la duda, danos la firmeza de la fe; ante las amenazas, consérvanos alegres en la esperanza; ante la incertidumbre de lo desconocido, inflámanos con el fuego de tu amor, y enciende en nosotros el dinamismo misionero para que tu Iglesia se alegre con el anuncio gozoso de la Copiosa Redención de tu Hijo Jesucristo.

Que, viviendo una vida arraigada en la oración e imitando la abnegación de san Clemente, podamos estar siempre disponibles para lo arduo hasta que podamos alcanzar la gloria de la corona prometida.

Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo…

Amén

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UN SOLO CUERPO es un texto de oración propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista.

Esta reflexión fue escrita por: Sean Wales, C.Ss.R.
Oración por: Cristian Bueno Fonseca, C.Ss.R.
Traducción: Carlos Diego Gutiérrez, C.Ss.R.
Para más información: Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad, Roma) – fr.chyla@gmail.com