Al Reverendísimo Padre JOSEPH WILLIAM TOBIN Superior General de la Congregación del Santísimo Redentor

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1.      He sabido con gran alegría que su familia religiosa se prepara a celebrar un especial Año Gerardino al coincidir felizmente dos aniversarios relacionados con uno de sus más ilustres hijos, san Gerardo Maiella: el centenario de la canonización (11 de diciembre de 1904) y el 250 aniversario de su muerte (16 de octubre de 1755). Con gozo me uno a Usted, Reverendísimo Padre, a sus cohermanos y a los devotos de tan excelso discípulo de san Alfonso María de Liguori para alabar y agradecer al Señor por las “grandes cosas” que no cesa Dios de obrar en los pequeños y en los pobres (cfr Lc 1,46-50).

          ¡Verdaderamente Gerardo Maiella es uno de esos pequeños, en quienes Dios hizo brillar el poder de su misericordia! Entró en el Instituto misionero redentorista en su juventud y con la voluntad decidida de “hacerse santo”. El “sí” alegre y confiado a la voluntad divina, sostenido con una constante oración y sobresaliente espíritu penitencial, se traducía en él en una caridad  atenta a las necesidades espirituales y materiales del prójimo, sobre todo de los más pobres. Aún sin hacer especiales estudios, Gerardo había penetrado en el misterio del Reino de los cielos y lo irradiaba con sencillez a quienes se les acercaban. Sentía acaso la urgencia de la conversión de los pecadores y por ello trabajaba incansablemente; así mismo sabía sostener y animar a los llamados a la vida religiosa.

          La fama de su santidad y la confianza en su intercesión continuaron creciendo después de su muerte. Sus reliquias son todavía hoy meta de numerosas peregrinaciones de Italia y de muchos países de todos los Continentes. Incontables fieles recurren confiados a él en las situaciones más difíciles.

2.      El Año Gerardino constituye para toda la familia redentorista una ocasión propicia para renovar el empeño personal y comunitario a fin de responder a los desafíos actuales de la evangelización con igual prontitud y creatividad de san Gerardo y del Fundador, san Alfonso María de Liguori, en su tiempo.

          Queridos redentoristas: como tuve ocasión de recordarlo en el mensaje dirigido a los miembros del reciente Capítulo General, “la gente con la que tratáis debe sentiros como hombres de Dios, y al contacto con vosotros, experimentar el amor del Padre celestial misericordioso, que no dudó en dar a su propio Hijo Unigénito (cfr. 1 Jn 4,9-10) por la salvación de la humanidad. Debe percibir en vosotros la actitud interior de Jesús Buen Pastor, siempre en busca de la oveja perdida, y listo a hacer fiesta cuando la encuentra de nuevo (cfr Lc 15,3-7) (n. 3).

          De esa actitud espiritual es fúlgido ejemplo san Gerardo por su amor al Crucificado y a la Eucaristía y por su devoción a la Virgen. Os exhorto a seguir su mismo itinerario espiritual y, como él, ser fieles a vuestro carisma, sin temer las dificultades que nunca faltan y que entraña toda verdadera renovación. En el citado mensaje al reciente Capítulo General escribía las siguientes palabras a propósito: “Las Constituciones de vuestro Instituto os invitan a individuar las urgencias pastorales del momento, teniendo en cuenta que vuestro ministerio está caracterizado, más que por algunas formas específicas de trabajos, por el servicio de amor prestado a aquellos hombres y a determinados grupos que son más abandonados y pobres por su condición espiritual y social” (n.4).

3.      Nuestro mundo espera que sean testimoniadas con franqueza la verdad, la sabiduría y el poder de la Cruz (cfr 1Cor 1, 17-25). La inculturación de la fe y los rápidos cambios sociales presentan tantos desafíos al anuncio del Evangelio. Sin embargo a la clara sabiduría del Evangelio, hay que unir siempre el compromiso operante de proclamar el “evangelio de la caridad”, sobre todo a los pequeños y a los pobres, como lo hizo Gerardo Maiella, quien comprendió bien el misterio de la Cruz, misterio que pone a la luz la dramaticidad del pecado, y al mismo tiempo, proclama la fuerza liberadora y sanante de la misericordia divina. Así rezaba él: “¡Oh Dios mío, que pudiera yo convertir a tantos pecadores cuantos son los granitos de arena del mar y de la tierra, y las hojas de los árboles y las hojas de los campos, los átomos del aire, las estrellas del cielo, los rayos del sol y de la luna, las criaturas todas de la tierra!” (Escritos espirituales, Materdomini 2001,155).

4.      Por los pecadores Gerardo no ahorraba energías, ni súplicas, ni penitencias. Su amor no le permitía quedar indiferente con respecto a la escogencia de ellos y a su condición; sobre todo ponía el mayor empeño en que todos se acercaran de manera fructuosa al sacramento de la Reconciliación.

          Un extendido debilitamiento del sentido del pecado y, por consiguiente, de la importancia del sacramento de la Reconciliación invade la sociedad moderna. Esto interpela la pastoral de la Iglesia, y en particular la acción apostólica de su Congregación religiosa, que halla precisamente en el anuncio de la redención de Cristo uno de sus elementos fundamentales. Continuad, queridos redentoristas, imitando a vuestro santo Fundador, siempre tan sensible hacia los pecadores y listo a acogerlos en el sacramento de la Reconciliación con el cariño de padre y la sabiduría de médico. Proseguid alimentando el ardor de san Gerardo que se gastó totalmente por la salvación de las almas.

5.      Si se preocupaba que los pecadores recobraran la vida espiritual, mediante la conversión y el sacramento de la Penitencia, san Gerardo Maiella tenía particular atención también por las vidas que se inician y por las madres en embarazo, sobre todo aquellas con dificultades físicas o espirituales. Por ello también hoy es él invocado como especial protector de las mujeres embarazadas. Este rasgo típico de su caridad constituye para vosotros y para los fieles un estímulo para amar, defender y servir siempre toda vida humana.

          Bien conocidas son las amenazas que continúan levantándose contra la vida, especialmente de los niños en el seno materno. Sobre todo debe hacernos reflexionar la preocupante difusión de una “cultura de la muerte”, que empuja a amplias capas de la opinión pública a justificar algunos delitos contra la vida a nombre de los derechos de la libertad individual y, bajo tal presupuesto, pretende su legitimación por parte del Estado (cfr Evangelium vitae, 4).

          Deseo que el Año Gerardino contribuya a hacer aún más convencido el esfuerzo de los cristianos para enfrentar esta cultura de la muerte y para presentar concretos y elocuentes gestos al servicio de la cultura de la vida. En esta tan significativa ocasión quisiera también confiarle a Usted, Reverendísimo Padre, y a todos los redentoristas el compromiso de obrar de modo aún más decidido por difundir el “evangelio de la vida”. Al servicio de la vida póngase vuestra reflexión teológica y moral, desarrollándola, con fidelidad a la tradición alfonsiana, precisamente a partir de las situaciones en que la vida está menos protegida y defendida. Es este el modo concreto de proseguir la obra de san Gerardo Maiella y ser testigos de esperanza y constructores de una nueva humanidad.

          Con tales sentimientos y deseos, imploro del dador de todo bien copiosas gracias y dones celestiales para Usted, Reverendísimo Padre, para toda la familia alfonsiana y para cuantos confían en la intercesión de san Gerardo, enviándoles a todos con afecto una especial bendición.

Desde Castelgandolfo, 6 de agosto de 2004

Joannes Paulus II

 

Traducción no oficial del texto original italiano.

 

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