Vivimos un período de la historia donde comúnmente oímos “¡Dios mío, estamos en crisis! Los gestos y el tono que acompañan esta frase son claramente negativos y hasta derrotistas. La pandemia Covid 19, el cambio climático acelerado y los actos de violencia que viven muchos países como Colombia, Israel-Palestina, países del oriente europeo, y otras naciones de Asia y de África, así lo confirman.
Identificamos fácilmente la palabra “crisis” con negatividad, derrota y muerte. Pero si analizamos detenidamente la palabra “crisis” y los progresos que ha obtenido la humanidad, fácilmente nos damos cuenta de que este negativismo no tiene bases sólidas. Analicémoslo, entonces, desde la ley evolución, desde la ciencia, desde el humanismo.
La palabra crisis etimológicamente viene del verbo griego “krinein”, que significa “juzgar para tomar una decisión”. El sustantivo “krisis” significa, entonces, juicio o decisión. Para muchos estudiosos la crisis es un proceso de transformación en el que no se puede mantener el sistema antiguo. Crisis es algo que se rompe y, como se rompe, hay que analizarlo. La crisis nos obliga a pensar, a analizar, a reflexionar, a tomar decisiones alternativas. Las situaciones críticas no son, por fuerza, el final de una serie de malas decisiones, también pueden convertirse en el inicio de un nuevo modo de afrontar una situación o problema. Por ejemplo, en medicina es usado dicho término para referirse a un cambio brusco y profundo en la salud, que separa la vida de la muerte, para bien o para mal. Por lo tanto, la crisis de salud puede ser una oportunidad magnífica de sanación.
En este artículo abogamos por el significado de “crisis” como oportunidad de mejora personal, social, empresarial, nacional, mundial. Por eso, la crisis se puede convertir en una “magnífica oportunidad”, después de analizar la situación de ruptura o dificultad, de afrontar la vida con nuevas formas, con perspectivas renovadas, con energía mejor encauzada. Crisis, entonces, se convierte en oportunidad de esperanza, de nueva vida, de renovar caminos que den mejores frutos.
En el fondo eso era lo que querían afirmar personas conocidas. Albert Einstein afirmaba: “Es en la crisis donde se conoce lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia”; el presidente John F. Kennedy afirmaba: “En la crisis, sé consciente del peligro, pero reconoce la oportunidad”, y el entrenador de la selección de fútbol colombiano, Pacho Maturana, decía: “Perder es ganar un poco”.
La doctora Martha Salazar Ospina, de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia de Colombia (UNAD), suele afirmar: “Las crisis son un momento natural de la vida. Cuando entendemos que ni la alegría ni la tristeza son estados permanentes, podemos enfrentar con más tranquilidad los diferentes momentos que vivimos. Así mismo pasa con las crisis.
¡CÓMO REACCIONAR ANTE LAS CRISIS?
1. Tengamos en cuenta un principio sencillo de psicología: la inteligencia, según Jean Piaget, es la adaptación del organismo al ambiente. Y la adaptación es el equilibrio dinámico entre asimilación (hago mía la información recibida) y acomodación (transformo o acomodo con mis elementos lo de fuera). Por lo tanto, si soy inteligente en mi vida, siempre estoy en un continuo proceso de asimilar (hacia adentro) y acomodar (hacia fuera). Por eso la adaptación es la primera lección que las crisis dejan en quienes las padecen.
2. Según Carlos Darwin “las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Por lo tanto, ante una crisis, trátala inmediatamente como la oportunidad magnífica de encontrar “nuevos escenarios de vida y de progreso”.
3. Da tiempo al tiempo, es decir, antes de tomar decisiones estudia y analiza la crisis, identifica las fuentes e interpretaciones, sopesa las posibles soluciones, antes de dar una solución abierta, positiva y comprometedora.
4. Por eso, metodológicamente, dice la profesora antes citada Matilde Salazar Ospina, debes:
– vivir la crisis, no negarla. No creas que por negarla, deja de existir; todo lo contrario, seguirá oculta molestándote y no dejándote tomar opciones libres.
– escucharla y analizarla. Si guardas la paz y analizas detenidamente las causas que originaron la crisis, puedes tomar medidas positivas de resolución
– asumir responsabilidades, no culpar al otro. Echarle la culpa a otros es mostrar irresponsabilidad. En nuestros actos humanos siempre tenemos responsabilidad porque tenemos libertad o libre albedrío.
– cambiar hábitos. Los hábitos que no producen frutos buenos y transformadores, debemos cambiarlos. Es difícil, pero la constancia lleva al triunfo.
¿Y LA CRISIS ACTUAL DE COLOMBIA?
Aunque las tengamos desorganizadas y revueltas, no es muy difícil encontrar las raíces de nuestras dificultades y crisis: caudillismo y polarización extrema de los partidos políticos; corrupción a todos los niveles desde hace varias décadas; dominio del narcotráfico y manera rápida de enriquecerse; idealización de los movimientos guerrilleros; ausencia del estado en las áreas educativas, de salud y de promoción del empleo; falta de inversión en la investigación científica y tecnológica; práctica religiosa que separa en una parte las creencias y en otra la vida ética y así evidencia inversión de valores; y muchas otras más.
Para resolver esta crisis a nivel personal y que este nivel influya en el social, no hay otro camino que reconocernos todos culpables de estas causas negativas, y despertar nuestra responsabilidad para crear “valores humanos” sobre los cuales fundamentar los valores éticos y religiosos.
Por eso, debemos entender, queramos o no, que hemos pasado en estas últimas décadas:
– de supervalorar “lo absoluto” a aceptar “la relatividad” de nuestras percepciones que siempre son subjetivas y por tanto, tendenciosas;
– de considerar “la unidad como uniformidad”, y dar valor a “la diversidad” pues en ésta es que se encuentra la riqueza a todos los niveles;
– de pensar que aceptando “privaciones y haciendo sacrificios y ascesis” es como seremos mejores, a valorar la vida como una ocasión que Dios o la Naturaleza nos ofrecen para “gozar la existencia y expandir nuestras cualidades”;
– de “contraponer ética y estética”, para lograr un diálogo entre las dos y así tender un puente entre el “deber ser” y “la belleza” manifestada en la naturaleza viva, en nuestra corporalidad, en el cosmos;
– de creer y obrar como si “la fuerza física” fuera lo esencial en el ser humano para aceptar que “la ternura y la misericordia” logran mejores y más profundos cambios en los seres humanos;
– de la “sacralización” del hombre y del mundo” como el máximo ideal religioso, a la aceptación de que en “un mundo secularizado y profundamente humano” está nuestra vocación humana y religiosa;
– de “valorar lo masculino como importante y lo femenino como subyugado”, a vivir en una “relación continua de igualdad entre lo masculino y lo femenino”, sin rechazar lo que por naturaleza se puede desviar de esta unión;
– de creer que “todo en el ser humano debe ser razonable”, a integrar nuestra personalidad, también y en igual nivel, con “lo sentimental y emocional”.
Así, el único camino es el diálogo compartido entre los seres humanos, sin importar razas, colores, políticas, creencias, religiones, culturas, etc. Porque todo ser humano es mi hermano, y mi felicidad, como la tuya, dependen de que nos abramos unos a otros en el amor, la misericordia y el perdón.
¿Y LA CRISIS CON EL COVID 19?
Presuponemos los puntos enumerados anteriormente, asumidos como retos personales y colectivos, y añadimos estos 3:
– Reorientar la economía mundial, nacional, comunitaria y personal hacia el compartir y apoyarnos los seres humanos a todos los niveles, pues hoy vivimos en una “aldea global” donde, por la técnica y las comunicaciones, mi hermano puede vivir a millares de kilómetros de distancia, pero lo que yo haga o deje de hacer influye en su comportamiento.
– Respetar al cosmos y a la naturaleza que nos rodea. De este inmenso mundo, sólo la hermosa tierra hasta este momento es un planeta habitable por el ser humano, y su belleza y riqueza son incomparables.
-Fortalecer la “educación” de los seres humanos y la “investigación científica” pues en ellas Dios nos ha dado la posibilidad humana de comprendernos nosotros y gozar “del nicho de vida que nos regaló para existir”.
– Vivir de una manera sobria, austera y controlada con los recursos naturales. Es indispensable poner fin a la explotación inmisericorde de la tierra, extrayendo sin compasión oro, petróleo y minerales diversos para satisfacer este consumismo que nos ahoga y NO nos da felicidad. Si continuamos contaminando el oxígeno, el agua, las selvas, los glaciales, los mares y los ríos con nuestro afán de devorar placer de ellos, acabando especies animales y vegetales, olvidándonos que “la felicidad nace solamente del interior de la persona cuando se dona al otro en el amor”, iremos entonces a la debacle mundial y el Covid 19 será un “juego de niños” al lado de la hecatombe climática.
Así pasaremos de una humanidad fragmentada individualista y relativista, a una humanidad integrada en su relación humana y fraterna, en la que nos aceptaremos y nos ayudaremos como hermanos, falibles pero dialogantes.
¿Y NUESTRAS CRISIS PERSONALES?
Nunca como hoy las opciones individuales han repercutido tanto en el colectivo humano, y viceversa, las decisiones de grupos y naciones han tenido tantas consecuencias en las personas humanas individuales. Pero ¡alerta!, siempre permanece nuestra libertad u opción libre, aunque sea pequeña.
Para no perder esta extraordinaria y bella capacidad de libertad, debemos ir a nuestro interior. “¡Adentro!”, decía el filósofo español Miguel de Unamuno; “De tu interior salen las buenas o malas acciones” predicaba Jesucristo; “De tu experiencia interna, con base en el amor y el perdón, puedes dar sentido a tu vida”, decía el psicoterapeuta Víctor Frankl, sobreviviente de los campos de concentración nazis y autor de la Logoterapia; “De tu interior relajado y en paz” dependen las decisiones fundamentales de tu vida, dicen los que practican Yoga y Meditación Transcendental; “De tu Ikigai, o motor interno de tu vida, nacen el sentido de la misma y tu realización” afirma el método Japonés utilizado por los más longevos de la tierra en la población de Okinawa. Y así podríamos continuar una larga enumeración de métodos, creencias y orientaciones.
Lo que es innegable es que cada uno es responsable de su vida. Somos condicionados, pero no determinados. Podemos corregir nuestras elecciones equivocadas, nuestros pasos malvados, nuestras ideas erróneas. ¡Vayamos a nuestro interior! Allí encontraremos a Dios, o al principio unificador de nuestra vida, o a la esencia cósmica que le da sentido. Vale la pena hacer el viaje, porque allí está la felicidad, el sentido de la vida, y, para los creyentes, el Ser que siempre nos ama y nos perdona.
P. José Rafael Prada Ramírez, CSsR, Doctor en Psicología.