A lo largo de la vida de fe de tantos hombres y mujeres, encontramos la presencia de la Bienaventurada Virgen María, que después de la Santa Trinidad, tiene un lugar privilegiado dentro de la Iglesia, no solo por ser la Teotokos[1],es decir, la madre de Dios, sino por su ejemplo y testimonio de vida que ha marcado e inspirado a cientos de generaciones a lo largo de dos milenios y, es que esta gran mujer, con un Sí generoso ha sido colaboradora del plan redentor de la humanidad.
Es por ello que hombres y mujeres, de diferentes contextos, razas, idiomas, nacionalidades y ritos la han invocado bajo diferentes títulos. Han recurrido a esta Madre amorosa, que vio nacer la Iglesia del corazón traspasado de su hijo Jesús al pie de la cruz; a ella han acudido por siglos y le han llamado dichosa, cumpliéndose así lo que de sus labios ella misma expresó en su hermoso cántico: por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen (Lc. 2,48-50). Ciertamente los que la veneran y a ella acuden, en algún momento de su vida han recibido los consuelos y pronto socorro de esta buena madre, que como estrella radiante nos lleva a Cristo Jesús.
Ante esto, el mundo redentorista y muchos pueblos, y naciones de forma singular celebramos en este mes de junio a nuestra querida Madre del Perpetuo Socorro. La advocación mariana, que desde 1866 por el mandato papal de Pio IX, se custodia en la Congregación del Santísimo Redentor y se difunde con estas palabras: “Denla a conocer por todo el mundo”. Desde ese momento,esta gran madre nos ha bendecido y ha acompañado en nuestras misiones, en nuestras luchas diarias y en nuestros momentos de tribulación. Ella ha sido nuestra madre, ella ha fortalecido la perseverancia de cientos de misioneros redentoristas en todo el mundo y hoy más que nunca ante las realidades de este mundo herido, acompaña y fortalece nuestra comunión con Dios y con la Iglesia.
A lo largo de estos años, María del Perpetuo Socorro ha sido esa estrella radiante, la estrella de la nueva evangelización, que abre los horizontes para el anuncio de la Buena Nueva, es ella quien va al frente de cada misionero, hasta el punto de llegar a los lugares más lejanos. Ella ha mirado y consolado el dolor de miles de personas, de familias que claman y piden su gran ayuda maternal. Por tanto, María, la Madre del Redentor, ha sido un respiro sanador para los heridos, ha sido manos que confortan y liberan, pero sobre todo, ha sido la tierna caricia del amor de Dios para con nosotros.
Por ende, como Misioneros Redentoristas y portadores de abundante redención para los más abandonados, especialmente los pobres, debemos Considerar a la Bienaventurada Virgen María como nuestro modelo y socorro, pues Ella, sierva del Señor, al recorrer el camino de la fe y abrazarse de todo corazón a la voluntad salvífica de Dios se consagró por entero a la persona y a la obra de su Hijo, y cooperó y sigue cooperando al misterio de la redención, como perpetuo socorro en Cristo para el pueblo de Dios.[2] Y ciertamente esta madre nos enseña a cómo mirar, abrazar y sanar las realidades dolientes de nuestro mundo herido. Nos enseña a ser solidarios, a no dejar abandonados ni olvidados a muchos de nuestros hermanos que se sienten desolados y marginados; ella nos invita a estar atentos y curar con el bálsamo de Cristo, esos corazones que han sido destrozados por las realidades que el mundo ha dejado caer sobre ellos, los más débiles.
Hoy más que nunca, al contemplar el Icono Santísimo de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro, es una llamado para toda nuestra familia redentorista, desde los sacerdotes, religiosos- consagrados, laicos y demás asociaciones que comparten el carisma de la Abundante Redención, a asumir en nuestra vida la mirada maternal de María que nos interpela, no solo como devotos, sino como verdaderos hijos. Por ello, podemos entresacar tres enseñanzas para nuestra vida hoy como cristianos católicos y sobre todo como marianos:
- Primeramente, tener en cuenta que la Virgen María es la Hodigitria[3], es decir, la que nos muestra el camino y que siempre nos recuerda por dónde debemos caminar, pues es ella, la que señalando con su mano a su hijo y al mismo tiempo la cruz, nos hace referencia que solo a él debemos seguir y servir; pues si recurrimos a Jesús, nunca seremos defraudados.
- En segundo momento, no olvidemos que es nuestra Madre y que como tal no nos abandonará, sino por el contrario, estará atenta a nuestras peticiones para llevarlas a Cristo y de ese modo hacer visible su poder de madre y esa ternura, de Eleusa[4] que la caracteriza como mujer.
- Por último, debemos asumir que ella es nuestra protectora y que con frecuencia y confianza debemos invocarle constantemente. Cada vez que estemos frente a su imagen no olvidemos que ella siempre está presente en nuestra existencia como esa guía que quiere lo mejor para nuestra vida, que quiere que seamos felices en la construcción de un mundo mejor.
Por ello como gran tributo a esta Madre de Amor, asumamos el compromiso personal de amarla como verdaderos hijos, de darla a conocer al mundo entero siguiendo los pasos de muchos redentoristas, hombres y mujeres, que han llevado a cabo esta encomienda en plenitud. Que nuestra Madre siga guiando nuestros pasos los senderos de Cristo Redentor.
Novicios:
Juan Luis Rivera Arellano, Provincia de México
Jhonny William Vargas Vargas, Viceprovincia de Caracas
[1] (VI, 1964) IV El culto de la Santísima Virgen en la Iglesia 66. María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles y de todos los hombres, por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen es venerada con el título de «Madre de Dios», a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades.
[2] (Redentor, 2012) Segundo Capítulo: La comunidad apostólica (Constitución 32)
[3] (Redentoristas, 2021) El misterio de los iconos, Los iconos nos vienen de Oriente: de Bizancio o de su imperio. La iconografía bizantina es un arte sagrado basado no sólo en criterios estéticos, sino sobre todo, místicos.
[4] (Redentoristas, 2021) Es un icono representativo de la Theotokos, de la Madre de Dios con su Hijo, ya crecido, en brazos. Según el papel que ejerce la Virgen en la salvación de los hombres, se suele distinguir tres categorías de iconos marianos:
– La Virgen que enseña el camino: ‘Hodigitria’.
– La Virgen de la ternura: ‘Eleusa’.
– La Virgen de la Pasión: ‘Strastnaia