C de ciencia

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

En una plaza pública central en Lovaina, Bélgica, hay una obra de arte inusual que consiste en una enorme aguja, en la punta de la cual se empala un insecto. Este trabajo fue producido por Jan Fabre en 2004 para celebrar el 575 aniversario de las bibliotecas de la Universidad KU Leuven.

La guía explicó que el artista quería resaltar los límites de la ciencia moderna. Al identificar un insecto, un científico tiene la oportunidad de analizarlo de todas las formas, algunas de las cuales pueden ser útiles para la ciencia y la cultura modernas en general. A través de la investigación, el científico adquiere formas de conocimiento sobre el insecto que luego puede aplicar en diferentes áreas de la vida.

Lo que el artista ha querido denunciar dramáticamente son las múltiples formas de conocimiento que se pierden al abordar este acercamiento a los insectos, a una realidad dada o incluso a la realidad en su conjunto. ¿Qué se pierde? ¡La vida del insecto! No principalmente, en el sentido de que se mata al insecto, sino en el sentido de que el científico que usa este método pierde todo acceso al insecto volador, que zumba y a la experiencia humana de observar a una criatura viva.

Al pronunciar esta denuncia artística, el artista se sumó a una discusión que se viene dando desde hace cientos de años sobre la naturaleza y la legitimidad de la ciencia. Una voz muy central en este debate es la de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología que ya hemos conocido en otros posts.

Hacia el final de su vida, en 1936, Husserl escribió un famoso libro (inacabado y publicado póstumamente) titulado La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental: una introducción a la filosofía fenomenológica. En este artículo no se opone en modo alguno a la ciencia como tal: reconoce plenamente el extraordinario progreso que la ciencia ha hecho posible. Su problema no es con lo que la ciencia realmente ha logrado, sino con las ilusiones que este éxito a menudo ha inducido (en el científico y en muchos de los que aprecian la ciencia moderna).

¿Cuál es la ilusión clave denunciada por Husserl? Probablemente sea la tendencia de la ciencia moderna en considerar el conocimiento objetivo y empírico como la única forma de conocimiento, o al menos la más alta. Husserl concibió la fenomenología como una ciencia alternativa destinada a comprender precisamente aquello de lo que las ciencias empíricas prescinden metodológicamente: la experiencia humana del mundo (Lebenswelt).

Dado el grado en que nuestra cultura está saturada de este paradigma científico (que es la base del “paradigma tecnocrático” denunciado por el Papa Francisco), es de suma importancia que la ética y la teología moral no caigan sin querer en la trampa de reducir el conocimiento, al conocimiento empírico. Para ayudarnos a evitar esta tentación, la fenomenología es una aliada invaluable.

padre Martin McKeever, CSSR