¿Está justificado el uso de la fuerza coercitiva para responder a la crisis ecológica y social?

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

Dos crisis recientes han planteado la cuestión del uso legítimo de la fuerza coercitiva: la pandemia de Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania. En el primer caso, la fuerza coercitiva tomó principalmente la forma de restricciones legales sobre diversas actividades humanas como el trabajo y los viajes; en el segundo caso, la fuerza coercitiva se ejerce principalmente en forma de sanciones y apoyo financiero a Ucrania (lo que hace posible el otro tipo de fuerza coercitiva utilizada por Ucrania para expulsar al invasor). En ambos casos ha habido mucho debate sobre la ética de estas medidas.

El propósito de esta publicación es considerar brevemente la ética del uso de la fuerza coercitiva en la respuesta a la crisis ecológica y social representada en Laudato Sì. En el capítulo 5 de dicho documento hay varias referencias discretas pero firmes a la necesidad de tal fuerza (por ejemplo, §§ 167.175.181). Esta necesidad surge del simple hecho de que cuando algunas partes intentan responder a la crisis introduciendo cambios, otras partes tienden a entorpecer este proceso. No es realista imaginar que todas las partes cooperarán libremente para lograr el cambio necesario. Pero, ¿es éticamente legítimo usar la fuerza coercitiva para obligar a estas partes a cooperar o al menos a desistir de obstaculizar el cambio?

Una premisa importante para cualquier respuesta a esta pregunta se refiere al hecho de que la fuerza coercitiva ya está en uso en el funcionamiento normal de la sociedad (la policía, los tribunales, las prisiones, etc. son expresiones evidentes de ella). Me viene a la mente el chiste de Max Weber de que el Estado es la única comunidad que tiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza. No hay nada en la enseñanza social católica que sugiera que el uso de tal fuerza es ipso facto moralmente ilegítimo, aunque por supuesto podría serlo. Esta fuerza se considera legítima si se utiliza para la búsqueda del bien común.

Podría ayudar a nuestra reflexión sobre esta pregunta si consideramos qué habría sucedido si los gobiernos se hubieran negado a usar la fuerza coercitiva en la respuesta a la pandemia de Covid-19. Pero si esta fuerza coercitiva fue legítima porque ayudó a salvar millones y millones de vidas humanas, ¿no lo es también en la crisis ecológico-social que ya amenaza millones de vidas, especialmente en los lugares más pobres del mundo? En este punto, podría tener más sentido hablar del uso de la fuerza coercitiva para salvar estas vidas no solo como moralmente legítimo sino como moralmente imperativo.

padre Martin McKeever, CSSR