¡Que suenen las trompetas! Apertura del año de gracia

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credit: Foto di Megs Harrison su Unsplash.

(del Blog de la Academia Alfonsiana)

Jubileo: el acontecimiento y su rito

El rito más conocido del Jubileo cristiano, que se celebra cada 25 años, es la apertura de la Puerta Santa. Expresa simbólicamente el concepto de que, durante el Jubileo, se ofrece a los fieles un “camino extraordinario” hacia la salvación.

La tradición bíblica, en cambio, vincula el “jubileo” al sonido del cuerno que, a su vez, tiene su origen en el sacrificio de Isaac (Gén 22,1-18). Isaac se salvó del sacrificio y en su lugar Abraham sacrificó un carnero que se había quedado atrapado por los cuernos en un arbusto en la montaña. Asociado a este evento, el sonido del cuerno tiene una doble función. El primero es recordar a Dios la fe de Abraham y la salvación de Isaac con toda su descendencia. En el segundo, el sonido del cuerno debe despertar la atención de los hijos de Abraham sobre el momento de gracia que comienza a realizarse, como liberación “para toda la tierra”.

En la tradición cristiana, el carnero que se sacrifica en lugar de Isaac representa el Cordero de Dios, “el que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29-34), Jesucristo, sacrificado por la humanidad para conceder a todos la salvación universal.

Raíces bíblicas del Jubileo

La palabra “jubileo” deriva del término hebreo yobel que denota el cuerno de carnero. Precisamente este cuerno, utilizado como trompeta, con su particular sonido indicaba a todos los judíos el inicio del año jubilar. El libro del Levítico, con su “código de santidad”, es la fuente primaria para las celebraciones del año jubilar. En este primer post, dedicado al Jubileo de 2025 que se inaugura, es precisamente el Levítico el que arroja la primera luz sobre el acontecimiento, considerado sagrado desde hace milenios en diversas tradiciones religiosas:

«Contarás siete semanas de años, es decir, siete veces siete años; estas siete semanas de años formarán un período de cuarenta y nueve años. El décimo día del séptimo mes, tocarás el cuerno (shophar – שׁוֹפָר); en el día de la expiación harás sonar el cuerno por toda la tierra. Declararás santo el año cincuenta y proclamarás la liberación en la tierra para todos sus habitantes. Será un jubileo (yobel – יוֹבֵל) para vosotros; cada uno de vosotros volverá a su propiedad y a su familia” (Lev 25,8-10).

Liberación y consuelo universales

La fe lleva a toda la cultura de Israel a experimentar la primacía de la relación con Dios en el tiempo, en el trabajo, en las relaciones. Todas las realidades que involucran personas, herramientas y medios de vida no pueden sucumbir al egoísmo interminable y al arribismo insaciable de los hombres, especialmente de aquellos que ya disfrutan de diversos privilegios en la vida (poder, recursos, redes de apoyo).

Animados por la fe revelada, los creyentes no pueden tolerar las diversas formas de esclavitud (a menudo de por vida), practicadas también entre otros pueblos. Del mismo modo, no es aceptable que una familia sea privada de su tierra para siempre (debido a deudas o pobreza), dado que la tierra pertenece a Dios y es un regalo al hombre.

Por tanto, las leyes divinas del Levítico intervienen para promover la justicia y la esperanza. Pueden parecer poco realistas, dada la distancia temporal entre los años del Jubileo y la difícil viabilidad de las disposiciones. Sin embargo, la orientación es clara e intensa. Cuestionan, desafían e instan vigorosamente a los creyentes a acoger el don y a promover una cultura de liberación que se traduzca en “consuelo” del pueblo y de la tierra.

El consuelo jubilar definitivo se realizará en Jesús de Nazaret. Es en la relación con Él, verdadero Cordero de Dios, que se hace posible experimentar el “descanso” y el “refrigerio” del jubileo, ahora permanentemente abierto: “Venid a mí todos los que estáis cansados ​​y oprimidos, y Yo te refrescaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis refrigerio para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mt 11,28-30).

p. Andrzej S. Wodka, C.Ss.R.