Abuso infantil: una pena y una vergüenza

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En los últimos quince años, el escándalo del abuso sexual infantil ha abierto una crisis dramática entre los fieles católicos, que ha puesto de relieve una terrible plaga y socava la credibilidad de la Iglesia Católica.

El escándalo salió a la luz en 2001 en la arquidiócesis de Boston (EE. UU.) Gracias a las denuncias y al periodista del Boston Globe que se preparó “El caso Spotlight”. Después de la investigación sobre setenta sacerdotes que fueron acusados ​​de abusos cometidos durante algunas décadas en Boston. Desde 2001 hasta hoy, en otros países como Irlanda, Australia, Chile, se han abierto frentes dramáticos contra sacerdotes y religiosos sobre este flagelo causado por el hombre. Incluso otras naciones, aunque en un tono menor, han sido tocadas por la maldad de los ministros sagrados.

El abuso sexual dentro de la Iglesia ha abierto más reflexión. El primer problema al que nos enfrentamos está relacionado con la formación de los candidatos para el sacerdocio y la formación permanente de los mismos sacerdotes. La segunda pregunta que ha tratado es la relación entre la justicia civil y la canónica.

Desafortunadamente, la pedofilia no es un problema nuevo en la sociedad, ni puede decirse que afecte solo a la Iglesia (incluso si esto no es excusable). La historia de la humanidad está marcada por este crimen. El pedófilo concibe al otro como un objeto sexual. La falta de relaciones significativas está llena de una necesidad que se convierte en dominación sexual, justificada por un afecto desordenado.

Hoy corremos el riesgo, al igual que muchos medios de comunicación o grupos de presión en busca de la compensación faraónica, de criminalizar todas las instituciones educativas, incluidas las católicas. En la iglesia hay pedófilos, pero no podemos decir que todos los sacerdotes o religiosos sean pedófilos. Los pedófilos deben ser destituidos, relevados de sus deberes eclesiales y juzgados también con procedimientos civiles.

De manera dramática, dos pontífices, a través de dos cartas, denunciaron el escándalo de la pedofilia y tomaron medidas sin precedentes. El Papa Benedicto XVI, con una carta dirigida a los católicos de Irlanda en 2010, exigió penitencia y protección en el futuro hacia los más pequeños; la segunda carta es del Papa Francisco a los obispos de Chile, donde se refiere a “muchas víctimas de graves abusos de conciencia y poder” y al “abuso sexual cometido contra menores por varias personas consagradas en su país, que fueron denegadas en ese momento y que han robado su inocencia”. La misma renuncia masiva de la jerarquía chilena es un hecho único en la Iglesia que tendrá consecuencias en las próximas décadas en el gobierno general de la iglesia.

La Santa Sede está luchando con todas sus fuerzas contra este flagelo al quitar de sus cargos a todos aquellos que se han manchado con este crimen e interviene enérgicamente en las estructuras del poder y en la fallas educativas para proteger a los más débiles. ¿La sociedad civil podrá hacer lo mismo con el mismo proceso, con sus estructuras de poder y educación? No es suficiente denunciar al que abusa, se debe construir una mentalidad que siempre proteja a los más débiles de los abusos de los más fuertes.

Alfonso V. Amarante, CSsR